lunes, 22 de agosto de 2011

La oscuridad

El techo del soportal donde vive Miguel está adornado con multitud de luces incandescentes.

En el dibuja todas las noches sus propias constelaciones y en ocasiones se pierde en los agujeros negros de aquel universo paralelo imaginando que son la puerta de entrada a una bonita casa.

En ella, en el rellano, esta su madre, esperándolo, como siempre.
De repente el olor a tarta recién hecha lo inunda todo.

Su madre es guapa, muy guapa, pero nunca sonríe.

Intenta acercarse a ella, quiere besarla, mimarla, pero en ese momento la oscuridad se apodera de todo y la golpea en el vientre hasta hacerla doblar sus rodillas.

Maldita oscuridad, siempre vuelve a casa con los ojos inyectados en sangre.
Y su aliento…. lo peor es su aliento.

Decide que ya ha sido suficiente, que la oscuridad ha hecho demasiado daño y no puede permitirlo más.

Arranca rayos de sol y los clava una y otra vez sobre ella, con la saña de quien ha sufrido en silencio durante años.

La oscuridad desaparece dando paso al día, pero en su estertor le arrastra consigo sin remedio.

Miguel siente la luz en sus ojos, los abre y ve a una chica joven junto al cajero automático.

Recoge su caja de vino, sus cartones y su manta, y sin decir nada sale a la calle.

Piensa en su madre, en cómo le sonreía al visitarlo en la cárcel, y en el trozo de tarta que le llevo hasta que la enfermedad pudo con ella…


Ahora se sienta y estira la mano, seguro que la noche llega de nuevo pero la oscuridad se ha ido.


5 comentarios:

  1. Bonito relato Antonio.

    Saludos.

    Fernando

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  2. Que bonito Antonio,me quedo con esta frase, seguro que la noche llega de nuevo, pero la oscuridad se ha ido.

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  3. Gracias Rocio. Por desgracia hay muchos hogares llenos de oscuridad. Saludos

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  4. Precioso. Me quedo sin palabras...
    Ire.

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