Mostrando entradas con la etiqueta Relatos por entregas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Relatos por entregas. Mostrar todas las entradas

martes, 25 de septiembre de 2012

Mala estrella

Este es un relato que sin saber como perdí en el blog, y posteriormente no encontraba la copia en mi ordenador. Hoy he podido recuperarlo con la ayuda de un amigo informático. Lo publico por tanto de nuevo.

MALA ESTRELLA


Aunque algunos no lo quieran ver es un hecho contrastado, que algunos nacen con una flor en el culo y otros como es mi caso tenemos por flor un cardo.

Y digo esto convencido ante la tozudez de los acontecimientos que han rodeado mi vida.

Todo comenzó en el  mismo momento de mi nacimiento.

Aquel día las estrellas se alinearon en mi contra formando un puño del cual solo sobresalía el dedo corazón, constelación también conocida por el bonito nombre “Que te jodan”.

No acabaron ahí los indicios de lo que estaba por venir, ya que pocos días después murió aplastada por un piano de cola la matrona que atendió el parto, se declaro un incendio en la sala de incubadoras donde me encontraba  que obligo a desalojar el Hospital y una anciana que curioseaba la labor de los bomberos resulto herida en la pata izquierda de su andador.

Todo esto, como comprenderéis, me lo relato mi padre Miguel años más tarde desde la silla de ruedas. Silla de ruedas en la que se encontraba postrado desde aquella vez que resbaló con los restos de un potito de frutas que yo había derramado.

Mi madre por el contrario nunca me contó nada y es que durante el parto sufrió una embolia que la mantenía en estado semivegetativo.

Con estos antecedentes no es de extrañar por tanto que con cuarenta años recién cumplidos mi vida hubiera sido un cumulo de desgracias, un canto a la fatalidad, una suma de desdichas encadenadas.

Aun recuerdo mi paso por primaria.

En el colegio donde estudie tenían la costumbre de sentarnos por orden de apellidos, en mi caso Zurro Zurutuza, es decir, al fondo de la clase.

Aquello me obligo durante años a forzar la vista sobremanera para ver lo que escribía el profesor en la pizarra y derivo sin remedio en una miopía galopante que ya en tercero de primaria me hacia lucir unas horrorosas gafas de pasta. No paso desapercibido aquel pequeño detalle por mis apreciados compañeros los cuales me bautizaron rápidamente como “Zurrutato el Cegato”, apodo que aun hoy me acompaña.

La secundaria no fue mejor y a las gafas se sumaron un profuso acné juvenil y una incipiente pelusilla que coronaba mi labio superior y acampaba en el inferior.

Esto, acompañado de un exceso de celo en el ejercicio de sus funciones por parte de mis glándulas sudoríparas, hacían de mí, por llamarlo de alguna forma, un espécimen inclasificable y poco deseable para mis hormoexcitadas compañeras de clase. 

Por suerte nunca me fallo mi amigo Onanismo, el cual mitigaba considerablemente mis cada vez más habituales poluciones nocturnas.

Pero no ahondare mas en aquella parte de mi vida ni en lo que vino después, pasare sin más preámbulos a narrar el extraño giro que mi vida ha sufrido en los últimos días.

Porque cuando la mala estrella es el elemento primordial alrededor del cual gira tu vida, puedes esperar cualquier cosa excepto que el azar te sonría en forma de un escandaloso premio en metálico.

Concretamente, ciento cincuenta millones de euros que crecen desde hace varias semanas en una cuenta abierta expresamente por mí ahora amigo Botín a tal efecto. 

Aunque si algo ha aumentado de forma exponencial desde entonces, estos han sido mis escasos amigos reducidos durante años a solo uno, el citado Onanismo. En unos pocos días se multiplicaron por cientos, nacidos milagrosamente por generación espontanea, mitosis, esporulación, gemación, bipartición o estolonización. Incluso por polinización sospecho.

Muchos, si, aunque hay que reconocerles su gran labor a la hora de pelotearme, adularme, darme coba y lamerme el culo. Magníficos profesionales todos sin duda. Incluidos los numerosos tíos, tías y primos hermanos que desconocía tener hasta la fecha.

Igualmente ha ocurrido con la presencia del sexo femenino en mi vida. Reducida hasta ahora a una relación sexoeroticaudiovisual muy mal vista por la SGAE al ser su principal proveedor EMULE, disfruto en estos momentos sin embargo de una nutrida corte siliconada a mi alrededor que nada tiene que envidiar, salvando las distancias, a la que pueda tener mi admirado Hugh Hefner, o lo que es lo mismo el propietario de la Mansión Playboy.

Las chicas son muy agradecidas, la verdad, pero si alguien está realmente agradecida con este nuevo aspecto de mi vida desconocido hasta ahora excepto por algún sábado noche, muy pocos, con whiskys a quince euros y champan a treinta, esa es sin duda mi mano derecha, la cual ha mejorado ostensiblemente de su tendinitis crónica.

Parecía ir todo bien… amigos, mujeres, dinero…. hasta que recibí una llamada no esperada de un número oculto.

-          ¿El Sr. Zurutuza?

-          Si  -conteste- Zurro Zurutuza, yo mismo.

-          Sr. Zurutuza, escuche atentamente lo que voy a decirle, no lo repetiré dos veces. Sabemos donde vive, sabemos donde viven sus padres, también sabemos la matricula de todos sus coches, sus motos, sus barcos, sus patinetes eléctricos y hasta sabemos la marca de los bóxers que usa, así que no me interrumpa y sobre todo no olvide nada de lo que le voy a decir.

El tono de mi interlocutor no era precisamente amigable, por lo que aunque mi primer impulso fue tomarle a broma y despacharlo con algún chascarrillo, finalmente preferí permanecer a la escucha para comprobar hasta qué punto aquello era algo serio y no fruto de algún estúpido bromista.

-          ¿Me ha entendido bien, Sr. Zurutuza?

-          Claro, claro, soy todo oídos –respondí con algo de sorna-

-          Estupendo, muy inteligente por su parte. Iré al grano, sin rodeos. Queremos cinco millones de euros, ni un céntimo más, ni un céntimo menos y los queremos ya. Le haremos llegar una cuenta bancaria, no se preocupe como pero le llegara y en cuarenta y ocho horas queremos ver el dinero en la misma. De lo contrario mataremos y secuestraremos a sus padres. ¿O es al contrario? Bueno, es igual, ¿ha entendido lo que le digo?

Aquella amenaza no sonaba nada bien, pero tampoco podía dar crédito a alguien que se atrevía a pedirme cinco millones de euros mediante una llamada a mi móvil.

-          Perfectamente, pero siento decirle que está perdiendo el tiempo. No pediré nada de lo que haga. ¿O era al revés? Bueno, es igual, que pase usted un buen día Sr. Anónimo.

Y sin darle tiempo a nada más, colgué.

Pasaron un par de días tras esto y cuando prácticamente lo había olvidado, una nueva llamada interrumpió el baño que junto a dos rubias despampanantes me daba en el jacuzzi de mi magnifica mansión.

-          Un momento chicas. Continuad sin mí. O mejor, empezad sin mí que ahora vuelvo, jejeje – les dije mientras las miraba con ojos inyectados en lujuria-. 

Molesto por la interrupción conteste de mala gana.

-          ¿Quién cojones es?

-          Sr. Zurutuza, ya le advertí lo que ocurriría si se negaba a nuestras peticiones.

-          Mire, ya me está cansando con sus gilipolleces, no vuelva a llamar o avisare a la policía.

-          ¿Gilipolleces? ¿Le parece una gilipollez que tengamos en estos momentos a sus padres secuestrados?

-          No creo nada de lo que me dice, no pierda mas su tiempo y no me lo haga perder a mí.

-          Pues si no me cree, no le importara que le partamos las piernas a su padre. Escuche por favor. – Ayyy, ayyy, ayyyy, ahhhh, ahhhh -. ¿Quiere que continuemos con su madre?, preste atención. – Aaaaaahhh, Ayyyyy- .  ¿Sigue creyendo que mentimos?, ¿o es que no le importan sus padres?

-          Maldito capullo, mi padre es inválido y le pasa como a Rambo, que no siente las piernas. Por otra parte, mi madre no habla desde mi nacimiento, es como una lechuga con patas. Además a ambos los metí en un asilo en cuanto cobre el premio. ¿Me oye, imbécil?

Pipipipipipipipipi…. Como era de esperar aquel intento de estafador corto la comunicación.

Era evidente que mi nueva posición económica aconsejaba aumentar mi seguridad. Lo que había ocurrido era obra de algún pobre desgraciado, pero no adivinaba entonces que lo realmente serio estaba por llegar.

Algo comprensible por otra parte considerando que me había convertido en lo que en mi pueblo llaman un “pobre harto de pan”.

Esto es; un gilipollas integral.

Olvidando los malos ratos vividos cuando nadie me llamaba “Don”, encontré una particular satisfacción en joder la vida de todos los que me rodeaban.

Principalmente de aquellos que trabajaban para mí.

A mi chófer  Benito Camela le obligaba a pasear mi chihuahua en el Ferrari a altísimas horas de la madrugada y vestido con un uniforme, tan ridículo y denigrante que daba vergüenza ajena.

A las limpiadoras, Dolores Fuertes y Lola Mento, les pisoteaba el suelo recién limpio además de mearme fuera de la taza diariamente.

A mi cocinera, Paca Garla, le cambiaba el azúcar por la sal y el aceite por el vinagre, obligándola además a limpiar a diario la vajilla de plata que nunca usaba.

Y a todos, sin excepción, los trataba con la punta del pie llegando incluso a hacerlos llorar.

No es de extrañar por tanto, que aquella mañana despertara atado de pies y manos a mi inmensa cama de agua y rodeado de todos mis empleados

Supongo, por el fuerte dolor de cabeza que tenia, que la noche anterior debieron drogarme durante la cena para poder hacerlo mientras dormía.

El escenario no presagio nada bueno. El que parecía el cabecilla de aquel motín, mi chófer  Benito Camela, llevaba en sus mano derecha una barra de hierro con la que no dejaba de darse golpecitos amenazadores en la izquierda. Las limpiadoras, a su lado, portaban sendas botellas de lejía. Paca Garla, la cocinera, blandía un gran cuchillo carnicero.

-         ¡Pero qué cojones estáis haciendo!, - les grite -.

Sin darme tiempo a decir nada mas Benito introdujo un pañuelo en mi boca tapándomela con cinta adhesiva.

-         Bien, desgraciado, - me dijo - , ahora nos va a escuchar muy atentamente.

Y tanto, estaba aterrado y no podía emitir sonido alguno, como para no
hacerlo.

-         En los últimos meses – continuó -  no ha parado de hacernos la vida imposible a todos, pero eso se acabo. “Zurrutato el Cegato”, o sea usted, saco de mierda, no volverá a joder a nadie.

Lo último que recuerdo de aquel día es como levantaba la barra de hierro sobre mi cabeza, como bajaba, y…. y nada más.

Ahora paso el tiempo junto a mis padres.

A mi derecha, mi progenitor. No puede andar pero la boca le funciona perfectamente y se pasa las horas insultándome y echándome en cara haberlo metido en esta residencia para quitármelo de en medio.

A la izquierda, mi madre. Ella no puede hablar pero mantiene fija en mí todo el día una mirada que hiela la sangre.

En el centro sin poder moverme de cuello para abajo, ni hablar, estoy yo. Supongo que mi dinero ayudara a mantenerme con vida y atado a esta maldita cama, muchos años. Hasta en eso me acompañara mi mala estrella siempre.

Y es que como dije al principio, es un hecho contrastado que algunos nacen con una flor en el culo y otros como es mi caso tenemos por flor un cardo.



jueves, 8 de septiembre de 2011

Cuerdamente loco. Relato completo.

Este es sin duda uno de mis relatos mas gamberros.

No gustara a muchos, pero que cojones... de todo tiene que escribirse.


CAPITULO 1

La línea que separa la locura de la cordura es especialmente fina, casi transparente.
En mi caso tan sumamente delgada que solo necesito un pequeño empujón para romperse.

Yo era una persona llamémosla “corriente”, un chico como cualquier otro.
Tenia amigos (pocos pero buenos), novia (ni muy guapa, ni muy fea) y familia (como la de todos, la que me había tocado en suerte).

Si es cierto que tenia un carácter algo difícil, huraño diría yo, tocapelotas lo llamaban otros, pero nada que hiciera presagiar aquello.

Todo se precipito cuando empecé a trabajar con gente “normal” en una oficina de “locos”.
Si, de locos, porque básicamente el trabajo consistía en hundir al compañero de al lado, pisotearlo si era posible, para así aparecer el primero del ranking que nuestro amadísimo jefe pintaba a diario en aquella odiosa pizarra blanca.
En la “ofi” los palotes no eran de azúcar, sino finas líneas negras pintadas tras el nombre de algún producto y quien más palotes tuviera (el tonto del palote) era el mejor de todos.

 Así pasaron mis días durante varios años hasta que aquella presión insoportable empezó a pasarme factura y mi cabeza comenzó a gestar ideas extrañas.
Anhelaba poder ayudar al ultimo de la pizarra, deseaba no tener que engañar a nadie para ser el primero de la misma, me apetecía decirle al jefe lo grandísimo hijo de puta que era, asesinarlo, descuartizarlo y luego quemarlo….es cierto, tenia ideas muy raras en mi cabeza.

Ahora, pasado el tiempo, tengo claro que fue aquel lugar el que acabo por romper los finos hilos que me unían a la realidad, y que igualmente contribuyo a que quienes estaban a mi lado no supieran ver con claridad lo que me estaba ocurriendo a pesar de los signos evidentes.

Entre en un estado de apatía tal que me hizo pasar de los primeros puestos de la pizarra a un permanente ultimo lugar con el consiguiente enfado de mi jefe, enfado que acababa en rabia cuando al llamarme la atención mi respuesta era la indiferencia total y una enorme sonrisa de felicidad en la cara.

Abandone mi higiene personal, entrando en un estado próximo a la catatonia que me impedía realizar las tareas diarias más básicas.

Y entable conversaciones muy interesantes (cuando no, peligrosas o sin sentido) con aquellos chicos que se habían alojado en mi grisáceo y laberíntico ático las veinticuatro horas.

Para entonces mi cuerpo había pasado de un todo en uno, a un todo en varios, y cuando me quise dar cuenta un doctor de bata beige por lo ajada, barba negra teñida, cejas grises y pelo blanco, diagnostico mi enfermedad, “Esquizofrenia Paranoide Transitoria”.

No voy a decir que nos cogiera de sorpresa, mis pepitos grillos y yo hacíamos méritos para ello, se veía venir.
A quien le gusto menos aquello (o más) fue a mi empresa, la cual aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid decidió ponerme de patitas en la calle.

Y como se suele decir que las desgracias nunca vienen solas, a mi novia tampoco le pareció bien compartirme con tantos inquilinos que no podían pagar la hipoteca y pocos días después nos invito a todos a abandonar nuestra casa sin un céntimo en los bolsillos.

Los amigos ya hacia tiempo que los había perdido, así que de repente me encontré solo aunque acompañado constantemente.

Decidí recurrir a la familia.

Con mis padres no podía contar ya que hacia un par de años que disfrutaban de una bonita casa de recreo con vistas a un gran cartel luminoso que, aunque ya no eran capaces de entender, rezaba en letras verdes de neón: “Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios”.

Solo me quedaba por tanto mi único hermano, con el que había roto relaciones aquella vez que sin querer prendí fuego en el salón de su magnífica casa de “La Moraleja”.
Un pequeño incidente sin importancia, si tenemos en cuenta que yo solo pretendía acabar con aquella hilera de hormigas cabezonas que atravesaban su preciado “chaise longue” de piel marca "Divato".
Su mujer, lejos de agradecérmelo, monto en cólera al ver que apagaba aquel pequeño conato de incendio con su impresionante abrigo de marta cibelina.

No perdía nada por intentarlo, así que tire de móvil y lo llame.

-       Javier – le dije- , veras, resulta que según un reconocido doctor vengo a estar, sic, como una puta cabra. Temporalmente, cierto, pero como una puta cabra. Yo no conozco muchas cabras putas, ni santas tampoco, pero se ve que en mi trabajo no gustan estos animales y tras hacerme firmar una carta me dieron cinco minutos para recoger mis cosas. A María, si María, mi novia, ¿te acuerdas de ella?.... Bueno es igual, a lo que iba, que a María tampoco le ha gustado el diagnostico y ha cambiado la cerradura de nuestra casa. ¿Tu no tendrás una habitación para quedarme unos días?............ Oye Javier, ¿sigues ahí?....... “tutututututututu”….

Tras tan fructífera conversación me quedo claro que tendría que buscarme la vida yo solo, por lo que centre mis pensamientos en lo más importante para mí en esos momentos, comer algo que apaciguara mis protestonas tripas.

Fue justo así como acabe encontrándome con aquel aterrador payaso dedicado a la restauración de alto standing, Ronald McDonald.


CAPITULO 2

Ronald… el maldito Ronald… solo decir su nombre me produce escalofríos.

Aquel maldito payaso era el causante de que a mis taitantos años no hubiera una sola noche en que no despertara sobresaltado por una horrible pesadilla recurrente.

En ella unos inmensos zapatones rojos de payaso me perseguían sin tregua hasta hacerme caer a un precipicio cubierto en su fondo por cientos de Happy Meal’s y McFlurry’s.

Todo por aquella vez que, justo en mi noveno cumpleaños, mi madre tuvo la genial idea de celebrarlo junto a todos mis amiguitos en aquella hamburguesería.

Ronald apareció frente a mi justo en el momento en que me cantaban el “japiberdeituyu” y yo me disponía a apagar las velas, con aquella espantosa sonrisa roja pintada en su cara blanca.
El susto fue de tales proporciones que en mi retirada agarre la tarta, con tanta mala suerte que resbale cayendo la misma sobre mi cara.
Aun resuenan en mi cabeza las risas de todos los tragaterneras y zampapollos que allí se encontraban… “asín caguen sandíanterah con el rabo y tó”… asín se les caiga la picha a trosos…


Y ahora, allí estaba el, en la puerta del “Templo de la Carne”, la “Catedral de las Papas Fritas”,  el “Mausoleo de la Ternera y el Pollo”….

La boca se me hacia agua, y a pesar del miedo atroz que sentía, mi hipotálamo me jugo una mala pasada y cuando quise darme cuenta estaba encarado con aquel terrorífico clown junto a varios niños que le pedían globos sin parar.

Por un momento quede petrificado, absorto ante aquella cara demoniaca, hasta que Ronald con voz socarrona dijo:

-         Hola José María, ¿qué es tu cumpleaños?, ¿quieres un trozo de tarta?, ¡JAJAJAJAJAJAJAJA!

No, aquello no podía estar pasando, tenia que ser fruto de mi locura, una alucinación, un delirium tremens sin alcohol… pero por si las moscas le arree un crochet de izquierda que lo dejo knocaut al instante, tendido en el suelo con sus zapatones rojos apuntando hacia un cielo lleno de globos sueltos por niños que me miraban asustados sin saber que hacer.

Aquel puñetazo fue algo más que un buen golpe, significo una liberación, el adiós a un trauma infantil… pero no pude disfrutar demasiado del momento.
Para cuando quise darme cuenta mis pies, mas inteligentes que mi cabeza, ya habían echado a correr, huyendo despavoridos justo delante de una turba enfurecida de gorras rojas con una gran M pintada.

No tarde demasiado en darles esquinazo y tras recobrar el resuello mire a mi alrededor encontrándome, cosas del destino, con aquel puticlub al que tantas veces había ido con mi jefe mientras era su ojito derecho, “A tomar por copas”.


Aquello me hizo reflexionar sobre mis prioridades y tras un intenso dialogo de mi pene con mis tripas el primero acabo ganando y se llevo toda mi sangre a su terreno.


CAPITULO 3

La entrada a aquella madriguera del placer y la depravación estaba franqueada por Abou, un negro de ojos enormes, nariz achatada y labio superlativo.

No tardo demasiado en reconocerme, dando enormes muestras de alegría al hacerlo.

-         ¡Señor Don José María¡, ¡pero qué sorpresa verlo por aquí¡. Hacía ya mucho que su persona no pisaba este afamado lugar, este reconocido vergel, el paraíso de los casados y solteros, el picadero de políticos, banqueros y demás fauna libertina… Bienvenido a su querido club, bienvenido a,  “A tomar por copas”.

-         Gracias Abou – le dije-, tu siempre tan amable a pesar de la miseria que te pagan aquí. Cierto, hace mucho tiempo que no venía. No habrá entrado por casualidad esta noche un payaso de pelo rojo, ¿verdad?. Veras, resulta que tengo unos asuntos pendientes con él y no me gustaría encontrármelo. Aunque ahora que lo pienso bien… creo que nunca más me perseguirá hasta el precipicio.

Abou me miro extrañado durante unos segundos, pero tras pestañear varias veces me dijo:

-         Anda, anda, Don José María, pase usted adentro que lo único con pelo rojo en todo su cuerpo que encontrara aquí tiene una ciento veinte de pecho y se llama Estefanía. Pero que cosas más raras dice. Sin ánimo de ofender, ¿no vendrá drogado usted?.

Preferí pasar por alto aquel desacertado comentario de mi tostado amigo y sin darle tiempo a reaccionar me adentre en la oscuridad neonizada del lupanar. 

Aun era temprano pero a pesar de ello ya había bastantes parroquianos en el lugar.

Básicamente algún que otro rechoncho o enjuto casadero acompañados por consortes arrepentidos que buscaban los placeres pagaderos de meretrices siliconadas, y en muchos casos obligadas a ejercer la profesión más vieja del mundo por unas u otras circunstancias.

En esas reflexiones estaba cuando recordé que no tenía ni blanca en los bolsillos, pero sin amilanarme por ello me acerque a la barra a pedir una copa.



-    A ver Gastón, un vaso de agua y rapidito que no tengo todo el día.

Inmediatamente comprendí que no debía ser ese el nombre del camarero (aunque en las películas todos se llaman Gastón), porque al mirarme lo hizo con cara de pocos amigos y me contesto con modales impropios de un profesional de la hostelería.

-         Amigo - me dijo -,le recuerdo que esto, entre otras cosas, es un bar y en los bares se viene a beber. Así que si piensa tocarme los cojones le recomiendo salga por donde ha entrado sin hacer el menor ruido, o de lo contrario me veré obligado a hacerle una ortodoncia gratuita y sin anestesia.

Quise contestar como se merecía aquel desabrido mozo, pero no pude hacerlo porque justo en ese momento el señor que estaba sentado de espaldas a mi lado y cuyas manos descansaban sobre un perfecto trasero se volvió, llevándome un susto tal que dos gotitas de pis acabaron manchando mis bóxers en la parte delantera y algo más consistente lo hizo en la trasera.

-         Hombre José María - me dijo aquel señor no hace mucho tiempo también conocido por mí como “Maldito Jefe Cabrón”, “Maldito Jefe Hijo de Puta”… y otra serie sin fin de adjetivos calificativos del mismo estilo -, ¿qué tal todo?. Me alegra verte por aquí, eso es señal de que vas recuperando la cordura y las buenas costumbres. Bueno, bueno, no me mires así tan serio que acabaras asustándome. ¿Te hace una copa y pelillos a la mar?.

En aquel momento algún resorte debió moverse en mi cabeza y de repente deje de escuchar a los inquilinos que desde la buhardilla plomiza donde habitaban me habían venido guiando últimamente en todos mis actos.

Pero si esos okupas perturbados se acababan de ir, no por ello tenía menos claro que seguían morando en mi otros arrendatarios “cuerdos” con exagerados sentimientos de venganza hacia quien había provocado en mí aquella locura transitoria causante de la perdida de mi trabajo, de mis amigos, de mi familia y de mi novia. De mi vida en resumen.

Tal vez por ese motivo sería mejor que a los ojos de mi exjefe yo siguiera siendo un pirado excéntrico. Eso podría venirme bien en un futuro no muy lejano, así que me puse manos a la obra.

-         Don Jefe, jefecito, jefetón – le dije -, pero que alegría verlo en este comedor social junto a estas pobres indigentes sin techo. Conociendo su misericordia no es extraño verlo aquí ayudándolas en todo lo que necesitan.

Mi jefe me miro sorprendido, pero dado su carácter canalla paso rápidamente de aquel estado a esbozar una sonrisa pérfida en su cara que no auguraba muy buenas intenciones.

-         Por supuesto amigo mío – me dijo -, ya sabes que para mí  no hay nada más importante en esta vida que la filantropía, la caridad, el altruismo y el desprendimiento, cual Teresa de Calcuta pero en cuerpo de hombre. De hecho, sabiendo que te encuentras sin trabajo me gustaría poder ayudarte de alguna forma.

-         ¿De verdad Señor Líder Supremo?. Pero que buenísimo que es Su Excelencia, ¿y que había pensado para hacerlo?

-         Ummm  … creo que empezare por satisfacer tus necesidades carnales. ¿Qué te parece?.

-         Gracias Ser Superior, no sabe cuánto se lo agradezco. Que estoy a punto del rescate financiero pero eso no impide que me duelan las pelotas de lo cargadas que están. Solo una exigencia si me lo permite, Excelentísimo Caudillo General. Deseo que usted me acompañe durante el trance genital junto a alguna de estas menesterosas que, repito, tan desinteresadamente ayuda. Vaya usted preparándolo todo, mi Coronel, que voy a la toilette y enseguida vuelvo.

No sabía muy bien que podría estar preparando aquel desgraciado, pero se había presentado la oportunidad para darle un escarmiento por todo lo que me había hecho pasar y no la perdería.
Así que allí deje a aquel anormal con sus elucubraciones y volví junto a mi amigo Abou, el moreno gigantoide de la puerta.

-         Hola de nuevo, Abou.

-         ¿Qué demonios quiere ahora Don José María?

-         No seas tan desagradable por favor. Veras, tu sabes y yo también que en este antro te pagan un miseria, por lo que no te vendría mal un buen suplemento que yo gustosamente estoy dispuesto a pagarte, y para eso, acerca tu oído que solo tendrás que hacer lo siguiente…

Abou pareció entenderlo todo y aunque reacio en principio acabo asintiendo con un exagerado vaivén de cabeza que me aporto algo de aire fresco en aquel tugurio.

Yo ya conocía de los gustos de mi exjefe por anteriores visitas, así que no me había costado mucho adivinar que me llevaría a aquel cuarto donde nos encontrábamos ahora.
El habitáculo en cuestión estaba iluminado tenuamente y taladradas literalmente sus paredes de agujeros.
Los había a más o menos altura, dependiendo del uso que se le quisieran dar.
No creo que deba entrar en más detalles, que todos los lectores ya se habrán hecho una idea.

-         José María, te doy el privilegio de ser tu el primero en utilizar el agujero que quieras – me dijo mientras se le dibujaba una mueca perversa en la cara –

Conociendo como conocía al sujeto nada bueno podía traer aquello, así que automáticamente le respondí.

-         No por favor, amado patrón, eso nunca. Usted es el anfitrión y debe ser quien disfrute primero. Mire, mire, justo por allí asoma una lengua muy carnosa de alguna bella mujer que ,según me han contado en otras ocasiones, practica besos negros de excelente calidad.

Ya sabía yo de antemano que ante aquella propuesta no se podría negar dado su carácter viciosillo, y ni corto ni perezoso se bajo los pantalones y arrimo sus desnudas posaderas a aquel agujero.
Agujero que previamente, a indicaciones mías, había ocupado en su parte posterior el amigo Abou y de apellido Mandinga, el cual de un golpe certero pero no por ello menos doloroso, acabo con la virginidad anal de mi querido exjefe.

La cara se le contrajo, apretó los dientes, y mientras gritaba de dolor se lanzo al vacio en plancha alejándose de aquel orificio infernal.

Sin perder un segundo eche a correr hacia la salida mientras le decía a gritos:

-         Ahí lo tiene Maestro Palotero, ¿no le gustaban los palotes?, ¿no valía todo para conseguirlos?, pues toma palote gordo.

Aquello definitivamente no arreglaría mi vida, pero mi cabeza estaba curada y tenia la satisfacción de haber dado su merecido a aquel ser despreciable.

No sabía muy bien a donde ir, ni que hacer, pero eso pertenece a otra historia.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Cuerdamente loco. Capitulos 1 y 2.

CAPITULO 1

La línea que separa la locura de la cordura es especialmente fina, casi transparente.
En mi caso tan sumamente delgada que solo necesito un pequeño empujón para romperse.

Yo era una persona llamémosla “corriente”, un chico como cualquier otro.
Tenia amigos (pocos pero buenos), novia (ni muy guapa, ni muy fea), y familia (como la de todos, la que me había tocado en suerte).

Si es cierto que tenia un carácter algo difícil, huraño diría yo, tocapelotas lo llamaban otros, pero nada que hiciera presagiar aquello.

Todo se precipito cuando empecé a trabajar con gente “normal” en una oficina de “locos”.
Si, de locos, porque básicamente el trabajo consistía en hundir al compañero de al lado, pisotearlo si era posible, para así aparecer el primero del ranking que nuestro amadísimo jefe pintaba a diario en aquella odiosa pizarra blanca.
En la “ofi” los palotes no eran de azúcar, sino finas líneas negras pintadas tras el nombre de algún producto, y quien más palotes tuviera (el tonto del palote) era el mejor de todos.

 Así pasaron mis días durante varios años hasta que aquella presión insoportable empezó a pasarme factura y mi cabeza comenzó a gestar ideas extrañas.
Anhelaba poder ayudar al ultimo de la pizarra, deseaba no tener que engañar a nadie para ser el primero de la misma, me apetecía decirle al jefe lo grandísimo hijo de puta que era, asesinarlo, descuartizarlo y luego quemarlo….es cierto, tenia ideas muy raras en mi cabeza.

Ahora, pasado el tiempo, tengo claro que fue aquel lugar el que acabo por romper los finos hilos que me unían a la realidad, y que igualmente contribuyo a que quienes estaban a mi lado no supieran ver con claridad lo que me estaba ocurriendo a pesar de los signos evidentes.

Entre en un estado de apatía tal que me hizo pasar de los primeros puestos de la pizarra a un permanente ultimo lugar con el consiguiente enfado de mi jefe, enfado que acababa en rabia cuando al llamarme la atención mi respuesta era la indiferencia total y una enorme sonrisa de felicidad en la cara.

Abandone mi higiene personal, entrando en un estado próximo a la catatonia que me impedía realizar las tareas diarias más básicas.

Y entable conversaciones muy interesantes (cuando no, peligrosas o sin sentido) con aquellos chicos que se habían alojado en mi grisáceo y laberintico ático las veinticuatro horas.

Para entonces mi cuerpo había pasado de un todo en uno, a un todo en varios, y cuando me quise dar cuenta, un doctor de bata beige por lo ajada, barba negra teñida, cejas grises y pelo blanco, diagnostico mi enfermedad, “Esquizofrenia Paranoide Transitoria”.

No voy a decir que nos cogiera de sorpresa, mis pepitos grillos y yo hacíamos meritos para ello, se veía venir.
A quien le gusto menos aquello (o más) fue a mi empresa, la cual aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, decidió ponerme de patitas en la calle.

Y como se suele decir que las desgracias nunca vienen solas, a mi novia tampoco le pareció bien compartirme con tantos inquilinos que no podían pagar la hipoteca, y pocos días después nos invito a todos a abandonar nuestra casa sin un céntimo en los bolsillos.

Los amigos ya hacia tiempo que los había perdido, así que de repente me encontré solo, aunque acompañado constantemente.

Decidí recurrir a la familia.

Con mis padres no podía contar, ya que hacia un par de años que disfrutaban de una bonita casa de recreo con vistas a un gran cartel luminoso que, aunque ya no eran capaces de entender, rezaba en letras verdes de neón: “Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios”.

Solo me quedaba por tanto mi único hermano, con el que había roto relaciones aquella vez que sin querer prendí fuego en el salón de su magnífica casa de “La Moraleja”.
Un pequeño incidente sin importancia, si tenemos en cuenta que yo solo pretendía acabar con aquella hilera de hormigas cabezonas que atravesaban su preciado “chaise longue” de piel marca "Divato".
Su mujer, lejos de agradecérmelo, monto en cólera al ver que apaga aquel pequeño conato de incendio con su impresionante abrigo de marta cibelina.

No perdía nada por intentarlo, así que tire de móvil y lo llame.

-       Javier – le dije- , veras, resulta que según un reconocido doctor vengo a estar, sic, como una puta cabra. Temporalmente, cierto, pero como una puta cabra. Yo no conozco muchas cabras putas, ni santas tampoco, pero se ve que en mi trabajo no gustan estos animales y tras hacerme firmar una carta me dieron cinco minutos para recoger mis cosas. A María, si María, mi novia, ¿te acuerdas de ella?.... Bueno es igual, a lo que iba, que a María tampoco le ha gustado el diagnostico y ha cambiado la cerradura de nuestra casa. ¿Tu no tendrás una habitación para quedarme unos días?............ Oye Javier, ¿sigues ahí?....... “tutututututututu”….

Tras tan fructífera conversación me quedo claro que tendría que buscarme la vida yo solo, por lo que centre mis pensamientos en lo más importante para mí en esos momentos, comer algo que apaciguara mis protestonas tripas.

Fue justo así como acabe encontrándome con aquel aterrador payaso dedicado a la restauración de alto standing, Ronald McDonald.


CAPITULO 2

Ronald… el maldito Ronald… solo decir su nombre me produce escalofríos.

Aquel maldito payaso era el causante de que a mis taitantos años no hubiera una sola noche en que no despertara sobresaltado por una horrible pesadilla recurrente.

En ella, unos inmensos zapatones rojos de payaso me perseguían sin tregua hasta hacerme caer a un precipicio cubierto en su fondo por cientos de Happy Meal’s y McFlurry’s.

Todo por aquella vez que, justo en mi noveno cumpleaños, mi madre tuvo la genial idea de celebrarlo junto a todos mis amiguitos en aquella hamburguesería.

Ronald apareció frente a mi justo en el momento en que me cantaban el “japiberdeituyu” y yo me disponía a apagar las velas, con aquella espantosa sonrisa roja pintada en su cara blanca.
El susto fue de tales proporciones que en mi retirada agarre la tarta, con tanta mala suerte que resbale cayendo la misma sobre mi cara.
Aun resuenan en mi cabeza las risas de todos los tragaterneras y zampapollos que allí se encontraban… “asín caguen sandíanterah con el rabo y tó”… asín se les caiga la picha a trosos…


Y ahora, allí estaba el, en la puerta del “Templo de la Carne”, la “Catedral de las Papas Fritas”,  el “Mausoleo de la Ternera y el Pollo”….

La boca se me hacia agua, y a pesar del miedo atroz que sentía, mi hipotálamo me jugo una mala pasada y cuando quise darme cuenta estaba encarado con aquel terrorífico clown junto a varios niños que le pedían globos sin parar.

Por un momento quede petrificado, absorto ante aquella cara demoniaca, hasta que Ronald con voz socarrona dijo:

-         Hola José María, ¿qué es tu cumpleaños?, ¿quieres un trozo de tarta?, ¡JAJAJAJAJAJAJAJA!

No, aquello no podía estar pasando, tenia que ser fruto de mi locura, una alucinación, un delirium tremens sin alcohol… pero por si las moscas le arree un crochet de izquierda que lo dejo knocaut al instante, tendido en el suelo con sus zapatones rojos apuntando hacia un cielo lleno de globos sueltos por niños que me miraban asustados sin saber que hacer.

Aquel puñetazo fue algo más que un buen golpe, significo una liberación, el adiós a un trauma infantil… pero no pude disfrutar demasiado del momento.
Para cuando quise darme cuenta, mis pies, mas inteligentes que mi cabeza, ya habían echado a correr, huyendo despavoridos justo delante de una turba enfurecida de gorras rojas con una gran M pintada.

No tarde demasiado en darles esquinazo, y tras recobrar el resuello mire a mi alrededor encontrándome, cosas del destino, con aquel puticlub al que tantas veces había ido con mi jefe mientras era su ojito derecho, “A tomar por copas”.

Aquello me hizo reflexionar sobre mis prioridades, y tras un intenso dialogo de mi pene con mis tripas, el primero acabo ganando y se llevo toda mi sangre a su terreno.

(continuara...)

lunes, 29 de agosto de 2011

Cuerdamente loco. Capitulo 1.

La línea que separa la locura de la cordura es especialmente fina, casi transparente.
En mi caso tan sumamente delgada que solo necesito un pequeño empujón para romperse.

Yo era una persona llamémosla “corriente”, un chico como cualquier otro.
Tenia amigos (pocos pero buenos), novia (ni muy guapa, ni muy fea), y familia (como la de todos, la que me había tocado en suerte).

Si es cierto que tenia un carácter algo difícil, huraño diría yo, tocapelotas lo llamaban otros, pero nada que hiciera presagiar aquello.

Todo se precipito cuando empecé a trabajar con gente “normal” en una oficina de “locos”.
Si, de locos, porque básicamente el trabajo consistía en hundir al compañero de al lado, pisotearlo si era posible, para así aparecer el primero del ranking que nuestro amadísimo jefe pintaba a diario en aquella odiosa pizarra blanca.
En la “ofi” los palotes no eran de azúcar, sino finas líneas negras pintadas tras el nombre de algún producto, y quien más palotes tuviera (el tonto del palote) era el mejor de todos.

 Así pasaron mis días durante varios años hasta que aquella presión insoportable empezó a pasarme factura y mi cabeza comenzó a gestar ideas extrañas.
Anhelaba poder ayudar al ultimo de la pizarra, deseaba no tener que engañar a nadie para ser el primero de la misma, me apetecía decirle al jefe lo grandísimo hijo de puta que era, asesinarlo, descuartizarlo y luego quemarlo….es cierto, tenia ideas muy raras en mi cabeza.

Ahora, pasado el tiempo, tengo claro que fue aquel lugar el que acabo por romper los finos hilos que me unían a la realidad, y que igualmente contribuyo a que quienes estaban a mi lado no supieran ver con claridad lo que me estaba ocurriendo a pesar de los signos evidentes.

Entre en un estado de apatía tal que me hizo pasar de los primeros puestos de la pizarra a un permanente ultimo lugar con el consiguiente enfado de mi jefe, enfado que acababa en rabia cuando al llamarme la atención mi respuesta era la indiferencia total y una enorme sonrisa de felicidad en la cara.

Abandone mi higiene personal, entrando en un estado próximo a la catatonia que me impedía realizar las tareas diarias más básicas.

Y entable conversaciones muy interesantes (cuando no, peligrosas o sin sentido) con aquellos chicos que se habían alojado en mi grisáceo y laberintico ático las veinticuatro horas.

Para entonces mi cuerpo había pasado de un todo en uno, a un todo en varios, y cuando me quise dar cuenta, un doctor de bata beige por lo ajada, barba negra teñida, cejas grises y pelo blanco, diagnostico mi enfermedad, “Esquizofrenia Paranoide Transitoria”.

No voy a decir que nos cogiera de sorpresa, mis pepitos grillos y yo hacíamos meritos para ello, se veía venir.
A quien le gusto menos aquello (o más) fue a mi empresa, la cual aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, decidió ponerme de patitas en la calle.

Y como se suele decir que las desgracias nunca vienen solas, a mi novia tampoco le pareció bien compartirme con tantos inquilinos que no podían pagar la hipoteca, y pocos días después nos invito a todos a abandonar nuestra casa sin un céntimo en los bolsillos.

Los amigos ya hacia tiempo que los había perdido, así que de repente me encontré solo, aunque acompañado constantemente.

Decidí recurrir a la familia.

Con mis padres no podía contar, ya que hacia un par de años que disfrutaban de una bonita casa de recreo con vistas a un gran cartel luminoso que, aunque ya no eran capaces de entender, rezaba en letras verdes de neón: “Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios”.

Solo me quedaba por tanto mi único hermano, con el que había roto relaciones aquella vez que sin querer prendí fuego en el salón de su magnífica casa de “La Moraleja”.
Un pequeño incidente sin importancia, si tenemos en cuenta que yo solo pretendía acabar con aquella hilera de hormigas cabezonas que atravesaban su preciado “chaise longue” de piel marca "Divato".
Su mujer, lejos de agradecérmelo, monto en cólera al ver que apaga aquel pequeño conato de incendio con su impresionante abrigo de marta cibelina.

No perdía nada por intentarlo, así que tire de móvil y lo llame.

-       Javier – le dije- , veras, resulta que según un reconocido doctor vengo a estar, sic, como una puta cabra. Temporalmente, cierto, pero como una puta cabra. Yo no conozco muchas cabras putas, ni santas tampoco, pero se ve que en mi trabajo no gustan estos animales y tras hacerme firmar una carta me dieron cinco minutos para recoger mis cosas. A María, si María, mi novia, ¿te acuerdas de ella?.... Bueno es igual, a lo que iba, que a María tampoco le ha gustado el diagnostico y ha cambiado la cerradura de nuestra casa. ¿Tu no tendrás una habitación para quedarme unos días?............ Oye Javier, ¿sigues ahí?....... “tutututututututu”….

Tras tan fructífera conversación me quedo claro que tendría que buscarme la vida yo solo, por lo que centre mis pensamientos en lo más importante para mí en esos momentos, comer algo que apaciguara mis protestonas tripas.

Fue justo así como acabe encontrándome con aquel aterrador payaso dedicado a la restauración de alto standing, Ronald McDonald.

(continuara....)

lunes, 1 de agosto de 2011

Un descabellado plan (Relato completo)

Este relato tenia pensado publicarlo en tres entregas, pero tras quince días de vacaciones y la ayuda de un buen amigo en forma de ideas, esta terminado y para que esperar mas.
Aquí lo tenéis por tanto completo.


UN DESCABELLADO PLAN

Capitulo 1

Estaba bloqueado, ni mas, ni menos.

Ocurría que solo podía escribir cuando la depresión me alcanzaba.
Era en ese momento y no en otros cuando la inspiración llegaba en forma de texto.

Curioso que cuando menos ganas tenia de vivir fuera el momento que en mi cabeza fluían mejor mis ideas, pero era así, tal cual.

Mi editor llevaba meses presionándome para que escribiera una nueva novela, pero tras los éxitos alcanzados con las primeras, me había situado en un permanente estado de felicidad absoluta.
La suerte me sonreía, mi bolsillo estaba lleno e incluso sacaba la polla a pasear con más frecuencia que antes, así que, ¿Por qué iba a estar deprimido?.

Lo había intentado todo para conseguirlo, pero no había forma.

Veía a diario imágenes de cuerpos desmembrados en informativos, buscaba videos de ejecuciones en internet, escuchaba durante horas monólogos de “la Esteban”, discursos de navidad del Rey, conferencias de Aznar en FAES, leía a Antonio Gala….. Pero nada, seguía siendo feliz.

El problema estaba servido por tanto, mi compromiso eran tres libros al año y al ritmo que iba era imposible cumplirlo. 
La penalización económica por esto era tremenda, me dejaría en la ruina.

Y yo no estaba dispuesto a dejar de gozar con los placeres ocultos que había disfrutado desde que mis novelas, una tras otra, habían alcanzado la condición de Best-Sellers.

Ante esto se me ocurrió algo descabellado, insensato, disparatado, absurdo y cientos de sinónimos más.
Si todas las medidas tomadas antes no habían servido para caer en la depresión más salvaje, solo me quedaba una salida… fingir mi propia muerte y tomarme unas vacaciones eternas en una playa caribeña junto a mulatas exuberantes deseosas de atenderme.

El plan era sencillo, entre comillas. 

Solo tenia que sobornar a un primo hermano que trabaja en el deposito de cadáveres de la ciudad como vigilante de seguridad, conseguir que montara en mi deportivo uno de tantos indigentes sin familia que llegaban allí todas las semanas, y simular un accidente en el que el coche ardiera hasta dejar irreconocible al susodicho.

Como he dicho, un plan muy sencillo…

Para entonces yo ya habría salido en un vuelo privado rumbo a mi isla paradisiaca, con un pasaporte falso y dando esquinazo a mi editor.
.
Mi primo nunca había sido, digamos, un lumbreras. Apenas alcanzo a conseguir el graduado y su principal afición era sacarse los mocos de la nariz y pegarlos bajo la silla del instituto. Lógicamente no acabo sus estudios y ahora sobrevivía a duras penas en una habitación alquilada de el hostal mas cutre de Madrid.
No fue por tanto difícil convencerlo para que accediera al que a la postre acabo confirmándose como un desatinado plan.

Las cosas se empezaron a complicar pronto, el día elegido para la farsa, cuando mi primo se presento muy de mañana en el magnífico Chalet de La Moraleja donde vivo.

No venia solo. A su acompañante solo le faltaba colgarse un letrerito al pecho donde se leyera, “Sicario a sueldo. Hago buen precio”. Mexicano, sin duda, venia tocado por un bigotito fino y afilado en sus puntas que hacia juego con la gabardina negra de cuellos puntiagudos.

Parecía que en cualquier momento iba a sacar dos subfusiles de entre los pliegues de la misma y empezar a disparar a todo lo que se moviera, como si de la película “El Mariachi” se tratara.

Tras darle varias collejas a Daniel, que así se llamaba mi primo, para tranquilizarme, no tuve mas remedio que aceptar que este nuevo personaje formaría parte de la trama.

Daniel me comento que Alcides, el mexicano, había formado parte de uno de los carteles mas peligrosos de su país, el de Sinaloa, pero que por circunstancias había tenido que salir huyendo para evitar que le hicieran una bonita “corbata colombiana”.

Yo no quise llevarle la contra, pero aunque cierto es que la primera impresión me llevo a pensar en la figura del sicario, ahora que lo miraba mejor no estaba tan seguro.
Alcides no alcanzaba el metro sesenta, bajo la gabardina asomaba una prominente barriga fruto de cientos de Coronitas y le fluía constantemente un hilillo de baba en la comisura de los labios, por lo que se me hacia complicado pensar que fuera un peligroso asesino

Ante esto, yo no alcanzaba a ver que pintaba este señor en el plan.

-       Mire guey -me dijo Alcides-, yo por la plata soy capaz de chingarme a mi señora madre si hace falta, así que aquí me tiene a todo calzón.

Un tipo así no aceptaría un no por respuesta, y de todas formas estaba claro que mi primo lo había puesto al día de todo, con lo que no me quedo mas remedio que incluirlo en el grupo.

Daniel me había llamado la noche antes para decirme que había llegado un indigente con características físicas similares a las mías.
Lo habían encontrado, ironías del destino, muerto en su banco del parque y abrazado a mi último libro, “Setas asesinas”.

No tenia papeles y seguramente nadie lo reclamaría, con lo que era un candidato perfecto.


Capitulo 2

Había llegado el momento y tras escoger para el desconocido mi mejor traje y mi mejor reloj, que hasta para morir hay que tener clase, partimos hacia el depósito cuando el sol empezaba a ponerse.

Días antes había transferido parte de mis ahorros a un paraíso fiscal y a la cuenta del Señor Rigoberto Melocómo ( nombre que había elegido para mi nueva vida en el Edén). Solo el (u séase yo) y de forma personal podría hacer uso de ese dinero a su llegada. Las instrucciones al banco para su retirada eran claras, Rigoberto debía presentarse en sus oficinas en no más de cuarenta y ocho horas a partir de hoy, y tras identificarse correctamente, decir en voz alta la siguiente cita de mi admirado Woody Allen:  El dinero es mejor que la pobreza, aunque sólo sea por razones económicas.

El resto de mi dinero, unos tres millones de euros en billetes de quinientos y en efectivo, los deje bajo la custodia de mi primo con las instrucciones de que deberían volar conmigo hasta el paraíso.

El trayecto fue de lo más entretenido.

Para relajar tensiones mi primo tuvo “la genial idea” de contarnos chistes de difuntos -¿Qué le dice un muerto a otro?..¿Quieres gusanitos?...-  y Alcides para no ser menos, lo hizo sobre asesinatos - Este fin de semana, en Lepe, ha habido dos muertos: uno por asesinato, y otro en la reconstrucción judicial de los hechos -.

Curioso que el mexicano de los huevos usara chistes de Lepe, muy curioso…

Al llegar a nuestro destino Daniel nos comento que esperáramos un momento aparcados a unos metros de la puerta trasera del contenedor de fiambres y así lo hicimos.

Minutos después nos abrió y mediante gestos nos indico que le siguiéramos al interior.

Unos pocos metros más adelante encontramos la sala frigorífica.
No había menos de diez casillas, estando marcadas por nombres solo un par de ellas.
El resto eran ciudadanos anónimos que nadie echaba en falta, solo números y códigos de barra adheridos al frio metal.

-       Bien – le dije a mi primo - , saquemos a nuestro amigo y salgamos pitando antes de que nos descubran.

-       Veras, Gonzalo -me dijo-, resulta que no he conseguido el numero identificativo de nuestro amigo, así que habrá que buscar un poco.

Diez, nueve, ocho, siete…. Colleja, colleja, colleja… tres, dos, uno. Uff, ahora mejor, más tranquilo.

Al abrir la primera casilla nos encontramos con una chica joven muy guapa.
Sus rasgos eran suaves, elegantes, y su cuerpo desnudo incluso resultaba pecaminoso a pesar del tono azulado de su piel.

Ahhh, ahhh, ahhh, umm, umm…..

-       ¿Pero qué cojones…?... ¡Quieres dejar de darle a la zambomba, mexicano del diablo!. Serás pervertido.

-       Ay, lo siento guey, es que me excite nomas al ver tan linda chavita.

Fue necesario encontrarnos un viejo canoso con mofletes sonrosados y una mujer obesa con pechos operados antes de abrir la casilla correcta y encontrar mi alter ego.

El parecido era realmente increíble. Podría haber pasado perfectamente por mi hermano gemelo excepto por el detalle de una dentadura desastrosa, consecuencia sin duda de los años pasados junto a su mejor amigo, “Don Simón”.
También, y hay que reconocerlo, el desconocido gastaba un “Nacho Vidal” que ya me hubiera gustado a mi disfrutar, y más aun a mis amantes.

Pero eran “pequeñeces” que quedarían reducidas a cenizas en el accidente que iba a sufrir.

La tarea de vestirlo fue más complicada de lo que esperábamos debido al rigor mortis, y ante nuestra falta de experiencia  y la premura de tiempo, finalmente optamos por abrir el traje por detrás con unas tijeras y hacer pasar solo piernas y brazos por él a modo de funda.
De esta guisa volvimos sobre nuestros pasos, con un muerto ataviado con un traje carísimo y un reloj impresionante, pero con la espalda y el culo azulado al aire brillando bajo la luz mortecina de aquel pasillo.

Al salir metimos a “Nacho”, que así le iba a llamar tras ver sus enormes atributos, en el maletero de mi deportivo junto a varias garrafas de gasolina. 

Además Daniel ya había preparado un segundo coche que conduciría Alcides junto a él tras la explosión para acercarme a mí hasta el vuelo privado que me llevaría al Caribe y a ellos de vuelta a casa.

Di por sentado que buscaría un coche de alquiler, lo normal para estos casos, pero no, frente a mis ojos me encontré con el típico Mercedes funerario negro que en tantos entierros había visto. En su interior iba anclada una urna cineraria.

-       ¿A ver primo – le dije mientras respiraba profundamente para calmarme - , de verdad no había otro coche algo más discreto para la ocasión?

No esperaba una respuesta muy inteligente, ni siquiera una salida airosa, pero es que ante mi pregunta se limito a encogerse de hombros, poner cara de niño malo y finalmente se rasco sus pelotas mientras emitía una risita absurda.. “Jen, jen, jen…”

Así que no me dejo otra opción… una colleja más.

Joder, como se me había ocurrido poner mi muerte en manos de semejantes idiotas.

Sin más dilación partimos en extraña comitiva fúnebre (el muerto delante en mi maletero, y el coche funerario con la urna que debía contener las cenizas de algún difunto anónimo siguiéndome detrás) hacia nuestro destino, el Puerto de Navacerrada.

Ya era noche cerrada, habíamos conseguido salvar la vigilancia del depósito y salvo “detallitos” el plan parecía que llegaría a buen fin, al menos lo parecía…

Capitulo  3

… hasta que justo en el inicio de la subida al puerto nos pararon a ambos coches dos picoletos motorizados del  Seprona.

-          Buenas noches Caballero. ¿Pueden decirme hacia donde se dirigen?  - me dijo el agente amablemente mientras palpaba el revólver que llevaba al cinto –

La verdad es que no había barajado este contratiempo por lo que tuve que improvisar sobre la marcha…

-          Buenas noches agente. Pues vera, resulta que mi madre falleció ayer y su última voluntad era que esparciéramos sus cenizas en lo más alto de la sierra y cuando la noche fuera cerrada. Ya sé que puede sonar algo raro pero tengo que confesarle que aunque un servidor tenía en gran respeto a su señora madre, no es menos cierto que en los últimos años esta había perdido la cabeza llegando a creerse águila perdicera en ocasiones, halcón peregrino en otras, lo que obligo a la familia a tenerla amarrada constantemente a la cama porque era ver una paloma y lanzarse en plancha sobre ella sin más remisión. Esto le genero la perdida de varias piezas dentales, obligándonos a alimentarla con potitos de verduras en sus últimos días. Aunque también es cierto que prácticamente no los comía, porque en su demencia decía tener polluelos en su nido, o séase cama, y los regurgitaba tal ave rapaz para alimentarlos. En el último mes su locura fue a más y constantemente gritaba que sus polluelos habían venido a vivir a este puerto, lo que nos lleva a la petición descabellada que le explicaba al principio de nuestra  conversación pero que como buen hijo no tengo mas remedio que atender.

Ante semejante perorata el guardia civil quedo por un momento totalmente desconcertado.
Arqueo la ceja derecha, bizqueo ostensiblemente el ojo izquierdo y finalmente alcanzo a decir visiblemente emocionado:

-          Sinceramente Señor, esta es la historia más increíble que jamás me han contado, pero tratándose de la última voluntad de su señora madre no será este servidor de la patria quien le niegue su deseo. Que no hay cosa más grande, solo el amor a España y a la familia Real, que la madre que nos da la vida. Es mas, mi compañero y yo le acompañaremos hasta lo más alto de este puerto para que pueda llevar a cabo acto tan noble.

-          Muchas gracias Señor Agente. No dude usted que le tendré siempre presente en mis rezos, y que mi señora madre desde el cielo en el que voló en sus últimos días, velara por usted.

-          Por favor, es mi obligación. Romerales, -dirigiéndose al segundo agente-, yo encabezare la marcha y usted la cerrara tras el coche fúnebre. Informe al conductor del mismo para que este al tanto de lo dispuesto.

Por el espejo retrovisor atine a ver como el agente en cuestión se acerco hasta el coche fúnebre y como Alcides asentía a las indicaciones que recibía.

A estas alturas ya estaba claro que el plan se había ido al garete.

Era del todo imposible seguir adelante y solo quedaba llevar a cabo la pantomima de lanzar las anónimas cenizas al aire, rezar para que todo saliera bien, y volver a casa. Indiqué por tanto al agente que encabezaba la comitiva que íbamos hacia la cima del pico de Peñalara, pensando que debido a la dureza del ascenso los agentes no nos seguirían hasta el final.

Me equivoqué de nuevo.

Los guardias civiles nos acompañaron hasta donde pudimos llegar con los coches, y luego nos siguieron a pié hasta la laguna glaciar desde donde comenzamos la ascensión a la cima.

En mis brazos iba en todo momento la urna cineraria que había cogido del coche fúnebre indicando a los agentes que esta contenía las cenizas de mi santa madre. Mi primo, que como les había dicho no es ningún lumbreras, no paraba de gesticularme a escondidas de los civiles todo el tiempo, pero no le preste la mayor importancia, y lo achaque a que los nervios habían acrecentado un tic que contrajo, según explicaba a veces, en los baños del cuartel donde hizo la mili.
Nunca entro en detalles de lo que paso, y sinceramente, yo preferí no saberlo.

 Alcides mientras tanto nos seguía en silencio.

Después de un duro ascenso, logramos coronar el pico cuando ya estaba amaneciendo. Yo iba en cabeza, seguido de la pareja de la guardia civil, y cerrando la extraña cordada iban mi primo y Alcides.
Por momentos creí que los guardias no llegarían hasta el final, ya que el agente Romerales, de oronda figura, iba dando resoplidos y sudando por todos los poros de su cuerpo.
Sin embargo el agente que parecía de mayor graduación  nos dijo que un miembro de la guardia civil nunca abandona una misión.
Cuan complicado ponía todo esto, pero cuan orgulloso me sentí de estos abnegados agentes de la Benemérita.

No había vuelta atrás, por lo que solo quedaba continuar con la escenificación de esparcir los supuestos restos de mi difunta madre.

Por lo tanto, me coloqué al borde del precipicio y dije solemnemente:

 – Oremos.

Inmediatamente los guardias adoptaron posición de firmes y descubrieron sus cabezas. Alcides agacho su cabeza representando muy bien su papel, pero mi primo empezó a gesticular más si cabía, sin importarle que los guardias civiles lo pudieran ver.

Note entonces que los agentes se miraron entre ellos, y antes de que pudieran sospechar que algo raro estaba pasando, actué con rapidez vaciando la urna en el vacío.  

Mi sorpresa fue mayúscula al ver como de la urna salieron cientos de billetes de quinientos euros, y como descendían  lentamente hacia el bosque que había al fondo del precipicio.

En ese momento todo se precipitó. Los dos agentes descubrieron el pastel y ambos echaron rápidamente mano a sus armas reglamentarias. Alcides, de quien en un principio había dudado, demostró ser todo un profesional y en decimas de segundo saco una recortada que llevaba bajo la gabardina y, con una rapidez increíble, disparó a quemarropa sobre el primer agente, dejándole el pecho reventado y matándole al instante. No tuvo tanta suerte con Romerales, el cual aún tuvo tiempo de sacar su revólver y dispararle, dejándolo herido de muerte sin remisión mientras el mexicano exclamaba: “Me chingaste, guey”. Por su parte, mi primo, con agilidad felina inesperada, se arrojó hacia él agente, cayendo ambos al vacío con tan mala suerte para mí que Daniel se agarró a la pernera de mi pantalón y me arrastro con ellos montaña abajo.

Pero el destino, como todo el mundo sabe, es caprichoso, y conmigo se cebó.
Digo esto porque en mi caída, choque contra un saliente y quedé clavado en la roca, con tan mala suerte que el golpe principal lo recibí en la columna vertebral, quedando colgado en el saliente sin poder hablar ni moverme de cintura para abajo. Y no podía hablar porque en la caída saqué la lengua perdiendo la misma de un mordisco al golpear contra la dura piedra. 

No conforme con esto, un trozo de rama me atravesó la pierna derecha haciéndome sangrar profusamente a través del muslo y consiguiendo por fin que acabara desmayándome.

Tras estar inconsciente varios minutos, un horrible estruendo justo en el bosque que había al pie de la montaña consiguió despertarme. Comprendí que todos mis acompañantes habían fallecido. Luego, miré hacia abajo y creí estar alucinando al ver lo que por su aspecto y ropas parecían asiáticos y  negros, árabes y judíos, europeos y americanos, y así varias etnias mas, enzarzadas en una violenta lucha por conseguir el mayor numero de billetes, si…, mis billetes…

Se mataban entre ellos sin compasión utilizando todos los objetos susceptibles de servir como armas (cuchillos para la carne, tijeras de barbacoa, hachas y martillos, picas de campings, palos de sombrillas…).

Ya era de día y pude observar claramente que aquello era un campamento y que justo en una esquina del mismo un gran cartel ponía:

-          IV Convención mundial de Credos del Mundo. Alianza de Civilizaciones.

Eso explicaba por qué había tanta variedad de razas y vestimentas en la batalla, batalla en la que cada vez quedaban menos luchadores y más cuerpos desmembrados, mutilados y destripados, tendidos en el suelo desangrándose sin que nadie se preocupara por ellos.

 Al final, todo quedo en silencio. Los más fuertes sobrevivieron y repartieron entre ellos el dinero, marchándose de allí y abandonando al resto a su suerte. Y eso me hizo pensar que, aunque durante toda la historia de la humanidad los hombres han tenido la necesidad de creer en algún ser superior que les guiase y les uniese como hermanos, no es menos cierto que desde que el mundo es mundo, en asuntos materiales y pecuniarios, ni hermanos ni primos, nos convertimos en el ser vivo más cruel y despiadado de los existentes en la faz de la tierra.

Han pasado unas horas, y aunque ya ha llegado la policía al campamento, nadie repara en el pobre individuo que espera la muerte al borde de un saliente de la montaña. Intento gritar, pero es imposible, no tengo lengua.
 A mi lado se han posado dos buitres que poco a poco me van desgarrando la herida abierta de mi insensible pierna. En uno de ellos me parece ver la misma cara enfadada que ponía mi madre cuando me descubría masturbándome en el baño con la Interviú en la mano. Tal vez sea el castigo por haber utilizado su memoria de forma tan vil para engañar a la guardia civil.

En uno de mis manotazos para defenderme de los buitres, que ya se han comido gran parte de mi muslo derecho, he palpado en mi bolsillo un objeto duro, y he recordado que siempre llevo encima mi mini ordenador portátil de última generación por si me llega la inspiración que últimamente no conseguía. Mini ordenador con webcam incorporada que hasta ahora había utilizado básicamente para grabar a las prostitutas que, a cambio de grandes cantidades de dinero, se atrevían a realizar todas las perversiones que mi mente podía imaginar, que por cierto son muchas y variadas.

En un último momento de lucidez he decidido escribir mi historia en el procesador de texto del mismo.
Si alguien la está leyendo en estos momentos supongo que habrán encontrado por fin mi cuerpo en el saliente, al menos lo que hayan dejado de él los buitres, y que a partir de este relato los investigadores podrán explicarse qué ha provocado la matanza (seguro que al tratarse de un campamento dedicado a la Alianza de Civilizaciones podrían haber sospechado de Zapatero) y sobre todo informar tanto a las familias de  los heroicos guardias civiles como a sus mandos, de su comportamiento ejemplar y entrega desinteresada hasta en las situaciones más inusitadas.

Tal vez hayan encontrado también a “Nacho”…

Es curioso, me encuentro muy deprimido y acabo de tener una muy buena idea para una novela. Podría ser un nuevo Best_Seller. Lastima que ya no me quede tiempo y que el buitre que se parece a mi madre me este mirando fijamente. ¿Y si aun pudieran salvarme?… Empezare por si acaso, aunque estoy viendo como un enorme pico se aproxima hacia mi ojo y, añjsdlkfaañsihdñaubsdñafvv,n a al´mam´dmaim´badbad m…………………...