jueves, 8 de septiembre de 2011

Cuerdamente loco. Relato completo.

Este es sin duda uno de mis relatos mas gamberros.

No gustara a muchos, pero que cojones... de todo tiene que escribirse.


CAPITULO 1

La línea que separa la locura de la cordura es especialmente fina, casi transparente.
En mi caso tan sumamente delgada que solo necesito un pequeño empujón para romperse.

Yo era una persona llamémosla “corriente”, un chico como cualquier otro.
Tenia amigos (pocos pero buenos), novia (ni muy guapa, ni muy fea) y familia (como la de todos, la que me había tocado en suerte).

Si es cierto que tenia un carácter algo difícil, huraño diría yo, tocapelotas lo llamaban otros, pero nada que hiciera presagiar aquello.

Todo se precipito cuando empecé a trabajar con gente “normal” en una oficina de “locos”.
Si, de locos, porque básicamente el trabajo consistía en hundir al compañero de al lado, pisotearlo si era posible, para así aparecer el primero del ranking que nuestro amadísimo jefe pintaba a diario en aquella odiosa pizarra blanca.
En la “ofi” los palotes no eran de azúcar, sino finas líneas negras pintadas tras el nombre de algún producto y quien más palotes tuviera (el tonto del palote) era el mejor de todos.

 Así pasaron mis días durante varios años hasta que aquella presión insoportable empezó a pasarme factura y mi cabeza comenzó a gestar ideas extrañas.
Anhelaba poder ayudar al ultimo de la pizarra, deseaba no tener que engañar a nadie para ser el primero de la misma, me apetecía decirle al jefe lo grandísimo hijo de puta que era, asesinarlo, descuartizarlo y luego quemarlo….es cierto, tenia ideas muy raras en mi cabeza.

Ahora, pasado el tiempo, tengo claro que fue aquel lugar el que acabo por romper los finos hilos que me unían a la realidad, y que igualmente contribuyo a que quienes estaban a mi lado no supieran ver con claridad lo que me estaba ocurriendo a pesar de los signos evidentes.

Entre en un estado de apatía tal que me hizo pasar de los primeros puestos de la pizarra a un permanente ultimo lugar con el consiguiente enfado de mi jefe, enfado que acababa en rabia cuando al llamarme la atención mi respuesta era la indiferencia total y una enorme sonrisa de felicidad en la cara.

Abandone mi higiene personal, entrando en un estado próximo a la catatonia que me impedía realizar las tareas diarias más básicas.

Y entable conversaciones muy interesantes (cuando no, peligrosas o sin sentido) con aquellos chicos que se habían alojado en mi grisáceo y laberíntico ático las veinticuatro horas.

Para entonces mi cuerpo había pasado de un todo en uno, a un todo en varios, y cuando me quise dar cuenta un doctor de bata beige por lo ajada, barba negra teñida, cejas grises y pelo blanco, diagnostico mi enfermedad, “Esquizofrenia Paranoide Transitoria”.

No voy a decir que nos cogiera de sorpresa, mis pepitos grillos y yo hacíamos méritos para ello, se veía venir.
A quien le gusto menos aquello (o más) fue a mi empresa, la cual aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid decidió ponerme de patitas en la calle.

Y como se suele decir que las desgracias nunca vienen solas, a mi novia tampoco le pareció bien compartirme con tantos inquilinos que no podían pagar la hipoteca y pocos días después nos invito a todos a abandonar nuestra casa sin un céntimo en los bolsillos.

Los amigos ya hacia tiempo que los había perdido, así que de repente me encontré solo aunque acompañado constantemente.

Decidí recurrir a la familia.

Con mis padres no podía contar ya que hacia un par de años que disfrutaban de una bonita casa de recreo con vistas a un gran cartel luminoso que, aunque ya no eran capaces de entender, rezaba en letras verdes de neón: “Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios”.

Solo me quedaba por tanto mi único hermano, con el que había roto relaciones aquella vez que sin querer prendí fuego en el salón de su magnífica casa de “La Moraleja”.
Un pequeño incidente sin importancia, si tenemos en cuenta que yo solo pretendía acabar con aquella hilera de hormigas cabezonas que atravesaban su preciado “chaise longue” de piel marca "Divato".
Su mujer, lejos de agradecérmelo, monto en cólera al ver que apagaba aquel pequeño conato de incendio con su impresionante abrigo de marta cibelina.

No perdía nada por intentarlo, así que tire de móvil y lo llame.

-       Javier – le dije- , veras, resulta que según un reconocido doctor vengo a estar, sic, como una puta cabra. Temporalmente, cierto, pero como una puta cabra. Yo no conozco muchas cabras putas, ni santas tampoco, pero se ve que en mi trabajo no gustan estos animales y tras hacerme firmar una carta me dieron cinco minutos para recoger mis cosas. A María, si María, mi novia, ¿te acuerdas de ella?.... Bueno es igual, a lo que iba, que a María tampoco le ha gustado el diagnostico y ha cambiado la cerradura de nuestra casa. ¿Tu no tendrás una habitación para quedarme unos días?............ Oye Javier, ¿sigues ahí?....... “tutututututututu”….

Tras tan fructífera conversación me quedo claro que tendría que buscarme la vida yo solo, por lo que centre mis pensamientos en lo más importante para mí en esos momentos, comer algo que apaciguara mis protestonas tripas.

Fue justo así como acabe encontrándome con aquel aterrador payaso dedicado a la restauración de alto standing, Ronald McDonald.


CAPITULO 2

Ronald… el maldito Ronald… solo decir su nombre me produce escalofríos.

Aquel maldito payaso era el causante de que a mis taitantos años no hubiera una sola noche en que no despertara sobresaltado por una horrible pesadilla recurrente.

En ella unos inmensos zapatones rojos de payaso me perseguían sin tregua hasta hacerme caer a un precipicio cubierto en su fondo por cientos de Happy Meal’s y McFlurry’s.

Todo por aquella vez que, justo en mi noveno cumpleaños, mi madre tuvo la genial idea de celebrarlo junto a todos mis amiguitos en aquella hamburguesería.

Ronald apareció frente a mi justo en el momento en que me cantaban el “japiberdeituyu” y yo me disponía a apagar las velas, con aquella espantosa sonrisa roja pintada en su cara blanca.
El susto fue de tales proporciones que en mi retirada agarre la tarta, con tanta mala suerte que resbale cayendo la misma sobre mi cara.
Aun resuenan en mi cabeza las risas de todos los tragaterneras y zampapollos que allí se encontraban… “asín caguen sandíanterah con el rabo y tó”… asín se les caiga la picha a trosos…


Y ahora, allí estaba el, en la puerta del “Templo de la Carne”, la “Catedral de las Papas Fritas”,  el “Mausoleo de la Ternera y el Pollo”….

La boca se me hacia agua, y a pesar del miedo atroz que sentía, mi hipotálamo me jugo una mala pasada y cuando quise darme cuenta estaba encarado con aquel terrorífico clown junto a varios niños que le pedían globos sin parar.

Por un momento quede petrificado, absorto ante aquella cara demoniaca, hasta que Ronald con voz socarrona dijo:

-         Hola José María, ¿qué es tu cumpleaños?, ¿quieres un trozo de tarta?, ¡JAJAJAJAJAJAJAJA!

No, aquello no podía estar pasando, tenia que ser fruto de mi locura, una alucinación, un delirium tremens sin alcohol… pero por si las moscas le arree un crochet de izquierda que lo dejo knocaut al instante, tendido en el suelo con sus zapatones rojos apuntando hacia un cielo lleno de globos sueltos por niños que me miraban asustados sin saber que hacer.

Aquel puñetazo fue algo más que un buen golpe, significo una liberación, el adiós a un trauma infantil… pero no pude disfrutar demasiado del momento.
Para cuando quise darme cuenta mis pies, mas inteligentes que mi cabeza, ya habían echado a correr, huyendo despavoridos justo delante de una turba enfurecida de gorras rojas con una gran M pintada.

No tarde demasiado en darles esquinazo y tras recobrar el resuello mire a mi alrededor encontrándome, cosas del destino, con aquel puticlub al que tantas veces había ido con mi jefe mientras era su ojito derecho, “A tomar por copas”.


Aquello me hizo reflexionar sobre mis prioridades y tras un intenso dialogo de mi pene con mis tripas el primero acabo ganando y se llevo toda mi sangre a su terreno.


CAPITULO 3

La entrada a aquella madriguera del placer y la depravación estaba franqueada por Abou, un negro de ojos enormes, nariz achatada y labio superlativo.

No tardo demasiado en reconocerme, dando enormes muestras de alegría al hacerlo.

-         ¡Señor Don José María¡, ¡pero qué sorpresa verlo por aquí¡. Hacía ya mucho que su persona no pisaba este afamado lugar, este reconocido vergel, el paraíso de los casados y solteros, el picadero de políticos, banqueros y demás fauna libertina… Bienvenido a su querido club, bienvenido a,  “A tomar por copas”.

-         Gracias Abou – le dije-, tu siempre tan amable a pesar de la miseria que te pagan aquí. Cierto, hace mucho tiempo que no venía. No habrá entrado por casualidad esta noche un payaso de pelo rojo, ¿verdad?. Veras, resulta que tengo unos asuntos pendientes con él y no me gustaría encontrármelo. Aunque ahora que lo pienso bien… creo que nunca más me perseguirá hasta el precipicio.

Abou me miro extrañado durante unos segundos, pero tras pestañear varias veces me dijo:

-         Anda, anda, Don José María, pase usted adentro que lo único con pelo rojo en todo su cuerpo que encontrara aquí tiene una ciento veinte de pecho y se llama Estefanía. Pero que cosas más raras dice. Sin ánimo de ofender, ¿no vendrá drogado usted?.

Preferí pasar por alto aquel desacertado comentario de mi tostado amigo y sin darle tiempo a reaccionar me adentre en la oscuridad neonizada del lupanar. 

Aun era temprano pero a pesar de ello ya había bastantes parroquianos en el lugar.

Básicamente algún que otro rechoncho o enjuto casadero acompañados por consortes arrepentidos que buscaban los placeres pagaderos de meretrices siliconadas, y en muchos casos obligadas a ejercer la profesión más vieja del mundo por unas u otras circunstancias.

En esas reflexiones estaba cuando recordé que no tenía ni blanca en los bolsillos, pero sin amilanarme por ello me acerque a la barra a pedir una copa.



-    A ver Gastón, un vaso de agua y rapidito que no tengo todo el día.

Inmediatamente comprendí que no debía ser ese el nombre del camarero (aunque en las películas todos se llaman Gastón), porque al mirarme lo hizo con cara de pocos amigos y me contesto con modales impropios de un profesional de la hostelería.

-         Amigo - me dijo -,le recuerdo que esto, entre otras cosas, es un bar y en los bares se viene a beber. Así que si piensa tocarme los cojones le recomiendo salga por donde ha entrado sin hacer el menor ruido, o de lo contrario me veré obligado a hacerle una ortodoncia gratuita y sin anestesia.

Quise contestar como se merecía aquel desabrido mozo, pero no pude hacerlo porque justo en ese momento el señor que estaba sentado de espaldas a mi lado y cuyas manos descansaban sobre un perfecto trasero se volvió, llevándome un susto tal que dos gotitas de pis acabaron manchando mis bóxers en la parte delantera y algo más consistente lo hizo en la trasera.

-         Hombre José María - me dijo aquel señor no hace mucho tiempo también conocido por mí como “Maldito Jefe Cabrón”, “Maldito Jefe Hijo de Puta”… y otra serie sin fin de adjetivos calificativos del mismo estilo -, ¿qué tal todo?. Me alegra verte por aquí, eso es señal de que vas recuperando la cordura y las buenas costumbres. Bueno, bueno, no me mires así tan serio que acabaras asustándome. ¿Te hace una copa y pelillos a la mar?.

En aquel momento algún resorte debió moverse en mi cabeza y de repente deje de escuchar a los inquilinos que desde la buhardilla plomiza donde habitaban me habían venido guiando últimamente en todos mis actos.

Pero si esos okupas perturbados se acababan de ir, no por ello tenía menos claro que seguían morando en mi otros arrendatarios “cuerdos” con exagerados sentimientos de venganza hacia quien había provocado en mí aquella locura transitoria causante de la perdida de mi trabajo, de mis amigos, de mi familia y de mi novia. De mi vida en resumen.

Tal vez por ese motivo sería mejor que a los ojos de mi exjefe yo siguiera siendo un pirado excéntrico. Eso podría venirme bien en un futuro no muy lejano, así que me puse manos a la obra.

-         Don Jefe, jefecito, jefetón – le dije -, pero que alegría verlo en este comedor social junto a estas pobres indigentes sin techo. Conociendo su misericordia no es extraño verlo aquí ayudándolas en todo lo que necesitan.

Mi jefe me miro sorprendido, pero dado su carácter canalla paso rápidamente de aquel estado a esbozar una sonrisa pérfida en su cara que no auguraba muy buenas intenciones.

-         Por supuesto amigo mío – me dijo -, ya sabes que para mí  no hay nada más importante en esta vida que la filantropía, la caridad, el altruismo y el desprendimiento, cual Teresa de Calcuta pero en cuerpo de hombre. De hecho, sabiendo que te encuentras sin trabajo me gustaría poder ayudarte de alguna forma.

-         ¿De verdad Señor Líder Supremo?. Pero que buenísimo que es Su Excelencia, ¿y que había pensado para hacerlo?

-         Ummm  … creo que empezare por satisfacer tus necesidades carnales. ¿Qué te parece?.

-         Gracias Ser Superior, no sabe cuánto se lo agradezco. Que estoy a punto del rescate financiero pero eso no impide que me duelan las pelotas de lo cargadas que están. Solo una exigencia si me lo permite, Excelentísimo Caudillo General. Deseo que usted me acompañe durante el trance genital junto a alguna de estas menesterosas que, repito, tan desinteresadamente ayuda. Vaya usted preparándolo todo, mi Coronel, que voy a la toilette y enseguida vuelvo.

No sabía muy bien que podría estar preparando aquel desgraciado, pero se había presentado la oportunidad para darle un escarmiento por todo lo que me había hecho pasar y no la perdería.
Así que allí deje a aquel anormal con sus elucubraciones y volví junto a mi amigo Abou, el moreno gigantoide de la puerta.

-         Hola de nuevo, Abou.

-         ¿Qué demonios quiere ahora Don José María?

-         No seas tan desagradable por favor. Veras, tu sabes y yo también que en este antro te pagan un miseria, por lo que no te vendría mal un buen suplemento que yo gustosamente estoy dispuesto a pagarte, y para eso, acerca tu oído que solo tendrás que hacer lo siguiente…

Abou pareció entenderlo todo y aunque reacio en principio acabo asintiendo con un exagerado vaivén de cabeza que me aporto algo de aire fresco en aquel tugurio.

Yo ya conocía de los gustos de mi exjefe por anteriores visitas, así que no me había costado mucho adivinar que me llevaría a aquel cuarto donde nos encontrábamos ahora.
El habitáculo en cuestión estaba iluminado tenuamente y taladradas literalmente sus paredes de agujeros.
Los había a más o menos altura, dependiendo del uso que se le quisieran dar.
No creo que deba entrar en más detalles, que todos los lectores ya se habrán hecho una idea.

-         José María, te doy el privilegio de ser tu el primero en utilizar el agujero que quieras – me dijo mientras se le dibujaba una mueca perversa en la cara –

Conociendo como conocía al sujeto nada bueno podía traer aquello, así que automáticamente le respondí.

-         No por favor, amado patrón, eso nunca. Usted es el anfitrión y debe ser quien disfrute primero. Mire, mire, justo por allí asoma una lengua muy carnosa de alguna bella mujer que ,según me han contado en otras ocasiones, practica besos negros de excelente calidad.

Ya sabía yo de antemano que ante aquella propuesta no se podría negar dado su carácter viciosillo, y ni corto ni perezoso se bajo los pantalones y arrimo sus desnudas posaderas a aquel agujero.
Agujero que previamente, a indicaciones mías, había ocupado en su parte posterior el amigo Abou y de apellido Mandinga, el cual de un golpe certero pero no por ello menos doloroso, acabo con la virginidad anal de mi querido exjefe.

La cara se le contrajo, apretó los dientes, y mientras gritaba de dolor se lanzo al vacio en plancha alejándose de aquel orificio infernal.

Sin perder un segundo eche a correr hacia la salida mientras le decía a gritos:

-         Ahí lo tiene Maestro Palotero, ¿no le gustaban los palotes?, ¿no valía todo para conseguirlos?, pues toma palote gordo.

Aquello definitivamente no arreglaría mi vida, pero mi cabeza estaba curada y tenia la satisfacción de haber dado su merecido a aquel ser despreciable.

No sabía muy bien a donde ir, ni que hacer, pero eso pertenece a otra historia.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Cuerdamente loco. Capitulos 1 y 2.

CAPITULO 1

La línea que separa la locura de la cordura es especialmente fina, casi transparente.
En mi caso tan sumamente delgada que solo necesito un pequeño empujón para romperse.

Yo era una persona llamémosla “corriente”, un chico como cualquier otro.
Tenia amigos (pocos pero buenos), novia (ni muy guapa, ni muy fea), y familia (como la de todos, la que me había tocado en suerte).

Si es cierto que tenia un carácter algo difícil, huraño diría yo, tocapelotas lo llamaban otros, pero nada que hiciera presagiar aquello.

Todo se precipito cuando empecé a trabajar con gente “normal” en una oficina de “locos”.
Si, de locos, porque básicamente el trabajo consistía en hundir al compañero de al lado, pisotearlo si era posible, para así aparecer el primero del ranking que nuestro amadísimo jefe pintaba a diario en aquella odiosa pizarra blanca.
En la “ofi” los palotes no eran de azúcar, sino finas líneas negras pintadas tras el nombre de algún producto, y quien más palotes tuviera (el tonto del palote) era el mejor de todos.

 Así pasaron mis días durante varios años hasta que aquella presión insoportable empezó a pasarme factura y mi cabeza comenzó a gestar ideas extrañas.
Anhelaba poder ayudar al ultimo de la pizarra, deseaba no tener que engañar a nadie para ser el primero de la misma, me apetecía decirle al jefe lo grandísimo hijo de puta que era, asesinarlo, descuartizarlo y luego quemarlo….es cierto, tenia ideas muy raras en mi cabeza.

Ahora, pasado el tiempo, tengo claro que fue aquel lugar el que acabo por romper los finos hilos que me unían a la realidad, y que igualmente contribuyo a que quienes estaban a mi lado no supieran ver con claridad lo que me estaba ocurriendo a pesar de los signos evidentes.

Entre en un estado de apatía tal que me hizo pasar de los primeros puestos de la pizarra a un permanente ultimo lugar con el consiguiente enfado de mi jefe, enfado que acababa en rabia cuando al llamarme la atención mi respuesta era la indiferencia total y una enorme sonrisa de felicidad en la cara.

Abandone mi higiene personal, entrando en un estado próximo a la catatonia que me impedía realizar las tareas diarias más básicas.

Y entable conversaciones muy interesantes (cuando no, peligrosas o sin sentido) con aquellos chicos que se habían alojado en mi grisáceo y laberintico ático las veinticuatro horas.

Para entonces mi cuerpo había pasado de un todo en uno, a un todo en varios, y cuando me quise dar cuenta, un doctor de bata beige por lo ajada, barba negra teñida, cejas grises y pelo blanco, diagnostico mi enfermedad, “Esquizofrenia Paranoide Transitoria”.

No voy a decir que nos cogiera de sorpresa, mis pepitos grillos y yo hacíamos meritos para ello, se veía venir.
A quien le gusto menos aquello (o más) fue a mi empresa, la cual aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, decidió ponerme de patitas en la calle.

Y como se suele decir que las desgracias nunca vienen solas, a mi novia tampoco le pareció bien compartirme con tantos inquilinos que no podían pagar la hipoteca, y pocos días después nos invito a todos a abandonar nuestra casa sin un céntimo en los bolsillos.

Los amigos ya hacia tiempo que los había perdido, así que de repente me encontré solo, aunque acompañado constantemente.

Decidí recurrir a la familia.

Con mis padres no podía contar, ya que hacia un par de años que disfrutaban de una bonita casa de recreo con vistas a un gran cartel luminoso que, aunque ya no eran capaces de entender, rezaba en letras verdes de neón: “Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios”.

Solo me quedaba por tanto mi único hermano, con el que había roto relaciones aquella vez que sin querer prendí fuego en el salón de su magnífica casa de “La Moraleja”.
Un pequeño incidente sin importancia, si tenemos en cuenta que yo solo pretendía acabar con aquella hilera de hormigas cabezonas que atravesaban su preciado “chaise longue” de piel marca "Divato".
Su mujer, lejos de agradecérmelo, monto en cólera al ver que apaga aquel pequeño conato de incendio con su impresionante abrigo de marta cibelina.

No perdía nada por intentarlo, así que tire de móvil y lo llame.

-       Javier – le dije- , veras, resulta que según un reconocido doctor vengo a estar, sic, como una puta cabra. Temporalmente, cierto, pero como una puta cabra. Yo no conozco muchas cabras putas, ni santas tampoco, pero se ve que en mi trabajo no gustan estos animales y tras hacerme firmar una carta me dieron cinco minutos para recoger mis cosas. A María, si María, mi novia, ¿te acuerdas de ella?.... Bueno es igual, a lo que iba, que a María tampoco le ha gustado el diagnostico y ha cambiado la cerradura de nuestra casa. ¿Tu no tendrás una habitación para quedarme unos días?............ Oye Javier, ¿sigues ahí?....... “tutututututututu”….

Tras tan fructífera conversación me quedo claro que tendría que buscarme la vida yo solo, por lo que centre mis pensamientos en lo más importante para mí en esos momentos, comer algo que apaciguara mis protestonas tripas.

Fue justo así como acabe encontrándome con aquel aterrador payaso dedicado a la restauración de alto standing, Ronald McDonald.


CAPITULO 2

Ronald… el maldito Ronald… solo decir su nombre me produce escalofríos.

Aquel maldito payaso era el causante de que a mis taitantos años no hubiera una sola noche en que no despertara sobresaltado por una horrible pesadilla recurrente.

En ella, unos inmensos zapatones rojos de payaso me perseguían sin tregua hasta hacerme caer a un precipicio cubierto en su fondo por cientos de Happy Meal’s y McFlurry’s.

Todo por aquella vez que, justo en mi noveno cumpleaños, mi madre tuvo la genial idea de celebrarlo junto a todos mis amiguitos en aquella hamburguesería.

Ronald apareció frente a mi justo en el momento en que me cantaban el “japiberdeituyu” y yo me disponía a apagar las velas, con aquella espantosa sonrisa roja pintada en su cara blanca.
El susto fue de tales proporciones que en mi retirada agarre la tarta, con tanta mala suerte que resbale cayendo la misma sobre mi cara.
Aun resuenan en mi cabeza las risas de todos los tragaterneras y zampapollos que allí se encontraban… “asín caguen sandíanterah con el rabo y tó”… asín se les caiga la picha a trosos…


Y ahora, allí estaba el, en la puerta del “Templo de la Carne”, la “Catedral de las Papas Fritas”,  el “Mausoleo de la Ternera y el Pollo”….

La boca se me hacia agua, y a pesar del miedo atroz que sentía, mi hipotálamo me jugo una mala pasada y cuando quise darme cuenta estaba encarado con aquel terrorífico clown junto a varios niños que le pedían globos sin parar.

Por un momento quede petrificado, absorto ante aquella cara demoniaca, hasta que Ronald con voz socarrona dijo:

-         Hola José María, ¿qué es tu cumpleaños?, ¿quieres un trozo de tarta?, ¡JAJAJAJAJAJAJAJA!

No, aquello no podía estar pasando, tenia que ser fruto de mi locura, una alucinación, un delirium tremens sin alcohol… pero por si las moscas le arree un crochet de izquierda que lo dejo knocaut al instante, tendido en el suelo con sus zapatones rojos apuntando hacia un cielo lleno de globos sueltos por niños que me miraban asustados sin saber que hacer.

Aquel puñetazo fue algo más que un buen golpe, significo una liberación, el adiós a un trauma infantil… pero no pude disfrutar demasiado del momento.
Para cuando quise darme cuenta, mis pies, mas inteligentes que mi cabeza, ya habían echado a correr, huyendo despavoridos justo delante de una turba enfurecida de gorras rojas con una gran M pintada.

No tarde demasiado en darles esquinazo, y tras recobrar el resuello mire a mi alrededor encontrándome, cosas del destino, con aquel puticlub al que tantas veces había ido con mi jefe mientras era su ojito derecho, “A tomar por copas”.

Aquello me hizo reflexionar sobre mis prioridades, y tras un intenso dialogo de mi pene con mis tripas, el primero acabo ganando y se llevo toda mi sangre a su terreno.

(continuara...)

lunes, 29 de agosto de 2011

Cuerdamente loco. Capitulo 1.

La línea que separa la locura de la cordura es especialmente fina, casi transparente.
En mi caso tan sumamente delgada que solo necesito un pequeño empujón para romperse.

Yo era una persona llamémosla “corriente”, un chico como cualquier otro.
Tenia amigos (pocos pero buenos), novia (ni muy guapa, ni muy fea), y familia (como la de todos, la que me había tocado en suerte).

Si es cierto que tenia un carácter algo difícil, huraño diría yo, tocapelotas lo llamaban otros, pero nada que hiciera presagiar aquello.

Todo se precipito cuando empecé a trabajar con gente “normal” en una oficina de “locos”.
Si, de locos, porque básicamente el trabajo consistía en hundir al compañero de al lado, pisotearlo si era posible, para así aparecer el primero del ranking que nuestro amadísimo jefe pintaba a diario en aquella odiosa pizarra blanca.
En la “ofi” los palotes no eran de azúcar, sino finas líneas negras pintadas tras el nombre de algún producto, y quien más palotes tuviera (el tonto del palote) era el mejor de todos.

 Así pasaron mis días durante varios años hasta que aquella presión insoportable empezó a pasarme factura y mi cabeza comenzó a gestar ideas extrañas.
Anhelaba poder ayudar al ultimo de la pizarra, deseaba no tener que engañar a nadie para ser el primero de la misma, me apetecía decirle al jefe lo grandísimo hijo de puta que era, asesinarlo, descuartizarlo y luego quemarlo….es cierto, tenia ideas muy raras en mi cabeza.

Ahora, pasado el tiempo, tengo claro que fue aquel lugar el que acabo por romper los finos hilos que me unían a la realidad, y que igualmente contribuyo a que quienes estaban a mi lado no supieran ver con claridad lo que me estaba ocurriendo a pesar de los signos evidentes.

Entre en un estado de apatía tal que me hizo pasar de los primeros puestos de la pizarra a un permanente ultimo lugar con el consiguiente enfado de mi jefe, enfado que acababa en rabia cuando al llamarme la atención mi respuesta era la indiferencia total y una enorme sonrisa de felicidad en la cara.

Abandone mi higiene personal, entrando en un estado próximo a la catatonia que me impedía realizar las tareas diarias más básicas.

Y entable conversaciones muy interesantes (cuando no, peligrosas o sin sentido) con aquellos chicos que se habían alojado en mi grisáceo y laberintico ático las veinticuatro horas.

Para entonces mi cuerpo había pasado de un todo en uno, a un todo en varios, y cuando me quise dar cuenta, un doctor de bata beige por lo ajada, barba negra teñida, cejas grises y pelo blanco, diagnostico mi enfermedad, “Esquizofrenia Paranoide Transitoria”.

No voy a decir que nos cogiera de sorpresa, mis pepitos grillos y yo hacíamos meritos para ello, se veía venir.
A quien le gusto menos aquello (o más) fue a mi empresa, la cual aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, decidió ponerme de patitas en la calle.

Y como se suele decir que las desgracias nunca vienen solas, a mi novia tampoco le pareció bien compartirme con tantos inquilinos que no podían pagar la hipoteca, y pocos días después nos invito a todos a abandonar nuestra casa sin un céntimo en los bolsillos.

Los amigos ya hacia tiempo que los había perdido, así que de repente me encontré solo, aunque acompañado constantemente.

Decidí recurrir a la familia.

Con mis padres no podía contar, ya que hacia un par de años que disfrutaban de una bonita casa de recreo con vistas a un gran cartel luminoso que, aunque ya no eran capaces de entender, rezaba en letras verdes de neón: “Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios”.

Solo me quedaba por tanto mi único hermano, con el que había roto relaciones aquella vez que sin querer prendí fuego en el salón de su magnífica casa de “La Moraleja”.
Un pequeño incidente sin importancia, si tenemos en cuenta que yo solo pretendía acabar con aquella hilera de hormigas cabezonas que atravesaban su preciado “chaise longue” de piel marca "Divato".
Su mujer, lejos de agradecérmelo, monto en cólera al ver que apaga aquel pequeño conato de incendio con su impresionante abrigo de marta cibelina.

No perdía nada por intentarlo, así que tire de móvil y lo llame.

-       Javier – le dije- , veras, resulta que según un reconocido doctor vengo a estar, sic, como una puta cabra. Temporalmente, cierto, pero como una puta cabra. Yo no conozco muchas cabras putas, ni santas tampoco, pero se ve que en mi trabajo no gustan estos animales y tras hacerme firmar una carta me dieron cinco minutos para recoger mis cosas. A María, si María, mi novia, ¿te acuerdas de ella?.... Bueno es igual, a lo que iba, que a María tampoco le ha gustado el diagnostico y ha cambiado la cerradura de nuestra casa. ¿Tu no tendrás una habitación para quedarme unos días?............ Oye Javier, ¿sigues ahí?....... “tutututututututu”….

Tras tan fructífera conversación me quedo claro que tendría que buscarme la vida yo solo, por lo que centre mis pensamientos en lo más importante para mí en esos momentos, comer algo que apaciguara mis protestonas tripas.

Fue justo así como acabe encontrándome con aquel aterrador payaso dedicado a la restauración de alto standing, Ronald McDonald.

(continuara....)

lunes, 22 de agosto de 2011

La oscuridad

El techo del soportal donde vive Miguel está adornado con multitud de luces incandescentes.

En el dibuja todas las noches sus propias constelaciones y en ocasiones se pierde en los agujeros negros de aquel universo paralelo imaginando que son la puerta de entrada a una bonita casa.

En ella, en el rellano, esta su madre, esperándolo, como siempre.
De repente el olor a tarta recién hecha lo inunda todo.

Su madre es guapa, muy guapa, pero nunca sonríe.

Intenta acercarse a ella, quiere besarla, mimarla, pero en ese momento la oscuridad se apodera de todo y la golpea en el vientre hasta hacerla doblar sus rodillas.

Maldita oscuridad, siempre vuelve a casa con los ojos inyectados en sangre.
Y su aliento…. lo peor es su aliento.

Decide que ya ha sido suficiente, que la oscuridad ha hecho demasiado daño y no puede permitirlo más.

Arranca rayos de sol y los clava una y otra vez sobre ella, con la saña de quien ha sufrido en silencio durante años.

La oscuridad desaparece dando paso al día, pero en su estertor le arrastra consigo sin remedio.

Miguel siente la luz en sus ojos, los abre y ve a una chica joven junto al cajero automático.

Recoge su caja de vino, sus cartones y su manta, y sin decir nada sale a la calle.

Piensa en su madre, en cómo le sonreía al visitarlo en la cárcel, y en el trozo de tarta que le llevo hasta que la enfermedad pudo con ella…


Ahora se sienta y estira la mano, seguro que la noche llega de nuevo pero la oscuridad se ha ido.


domingo, 21 de agosto de 2011

Cuando veo... cuando oigo... cuando siento...

Cuando veo… cuando oigo… cuando siento…

Cuando veo que se dedican tantas horas a un puto partido de futbol… a hablar sobre personas sin interés alguno, mamporrer@s de la televisión… a enseñarnos las imágenes de un diminuto personajillo endiosado que se atreve a llamarnos dioses a quienes no pensamos como el…

Cuando oigo hablar de mercados, ventas a la baja, ibex 35, deuda y agencias de calificación…

Cuando siento la desfachatez del político, la poca vergüenza del especulador, la basura en que se ha convertido esta vida...

Cuando veo, oigo y siento todas estas cosas, y muchas más, se me cae la cara de vergüenza por ser humano y olvidar esto…



sábado, 13 de agosto de 2011

El beso


En los días de sol el patio se ponía a rebosar.

Bajo un roble centenario aparcábamos nuestros carritos y andadores, todos en fila como si a punto de iniciar una carrera estuviéramos, y hablábamos de nuestras vivencias y recuerdos.

Martín, que era el mayor de todos, solía referir aquella ocasión en que, durante la guerra, se salvo de morir fusilado justo en el último momento. Al parecer, en su adolescencia ejerció de monaguillo, y el cura alertado por algún vecino llego corriendo hasta el lugar para pedir que lo dejaran marchar. El resto de condenados en aquel juicio sumarísimo no corrió tanta suerte, y entre otros contaba que murieron dos primos suyos y un hermano de su padre.

Esa vez se escapo de tan fatal desenlace, pero ya hacia dos veranos que apareció muerto en el sillón de su habitación. En sus manos tenía la foto de sus hijos que siempre llevaba en la cartera. La asistenta que lo encontró nos dijo días más tardes que tenia lágrimas en los ojos.

Yo no pude ir al entierro, nunca nos dejaban ir a los entierros de los compañeros, pero me contaron que al mismo solo fue el empleado del cementerio municipal, nadie más.

Su hueco en la parrilla de salida fue ocupado por otro señor que hablaba continuamente de su maravillosa familia, de sus abnegados y cariñosos hijos, de lo buenísimas personas que había criado junto a su difunta esposa.

Esto ocurrió a diario durante varios días, pero una mañana, Clara, que había trabajado toda su vida limpiando escaleras, no soporto más tanto discurso y le dijo con dureza:

-       ¡La familia!.., ¡La familia!... ¡de que cojones está hablando Don Ramón!... ¿donde están esos hijos que ha criado usted mejor que nadie?..., ¿los ve por algún lado?... perdone, pero usted esta tan solo como todos nosotros, tan solo como esta maldita inútil que le habla,  y morirá como nosotros, solo…  así que no me hable de esa perfecta familia que le ha abandonado…

Tras ese día, no transcurrió mucho tiempo en venir a darle su ultimo paseo un imponente Mercedes lleno de coronas repletas de flores,  pero Don Ramón no había vuelto a soltar una sola palabra, ni recibió la visita de nadie.
Curiosamente Clara murió al día siguiente, también sola, como en sus últimos años.

A mí, el resto de residentes me consideraba privilegiada, ya que regularmente recibía la visita de mi única hija, que haciendo grandes esfuerzos venia a verme una vez cada dos meses, o dos meses y medio…

Nunca quise llevarles la contra respecto a esto, porque aunque básicamente la visita consistía en un par de horas sentada en la cafetería más cercana, viendo como mi hija discutía con su pareja mientras yo me tomaba aquel descafeinado con sacarina, al menos podía verla y sentir durante una fracción de segundo, lo que dura un beso, aquella piel que tanto mime y protegí hasta que decidió que yo había pasado a ser un estorbo para su interesante vida.

Mi salud demostró ser de hierro, y lo digo porque aunque perdí la noción del tiempo, fueron muchas las caras nuevas que conocí, y otras tantas las que nunca volví a ver.

Y así ha sido hasta hoy.

Esta mañana al intentar levantarme no podía abrir los ojos, ni moverme, ni hablar. Quería hacerlo, pero no podía.

Desde entonces no he parado de oír como entraban personas en mi habitación, de hecho hacía años que no había tanta gente a mi alrededor.

Uno, que debía ser el médico, ha dicho que he sufrido un derrame cerebral y que no saldré de esta, que solo viviré lo que resista mi corazón.

No sé, debería estar triste tras escuchar esto, pero no lo estoy.

Al contrario, siento una enorme paz en mi interior. La verdad es que ya son muchos años aquí metida, viendo cómo se van unos y otros, y ya estoy cansada.

Solo me gustaría recibir un beso mas de mi hija, antes de morir.

No se ha portado bien conmigo. Me trajo a este sitio cuando yo aun podía valerme por mi misma, me dejo aquí y se fue sin mirar atrás. No le importaron mis lágrimas, ni mis suplicas para que me llevara con ella. Le prometí no molestarla, pasar desapercibida, pero miró a los ojos de su pareja, después a los míos, y se marcho.

Pero es mi hija, yo le cambie los pañales cuando era un bebe, le cure las heridas de sus rodillas cuando estaba aprendiendo a andar, la sostuve entre mis brazos cuando lloro al abandonarla su primer amor…  la quiero…

Por un momento puedo ver el roble centenario que me ha dado sombra los últimos años. A sus pies se encuentra una niña pequeña, vestida de blanco…  Me sonríe, me llama Mama y agita los brazos para que me acerque hasta ella, y yo corro, corro sin parar... Al llegar a su altura la miro a sus ojos, sus preciosos ojos, y en ellos veo un reflejo.  La imagen que devuelven es de una mujer joven, sin arrugas, ni manchas en la piel… Por momentos no me reconozco, pero sí, soy yo… Agacho mi cabeza y sin hablar le pido un beso a mi niña, un último beso…


martes, 9 de agosto de 2011

Impresentables

¿De que van los políticos?

No hay un solo día en que algún político no se descuelgue con declaraciones solicitando moderación salarial, recortes de derechos laborales y un sinfín de cosas en la misma línea.

Si no hace mucho fue el Sr. Rajoy quien se despacho con estas preocupantes declaraciones. , Tendremos el Estado de bienestar que podamos permitirnos”, ahora ha sido el Sr. Rubalcaba quien recomienda, “pactar un acuerdo sobre rentas que incluya moderación salarial y de beneficios "al servicio de la competitividad y de la creación de empleo".
Tengo que reconocer que en principio me parecía un buen sustituto al caducado Sr. Zapatero, pero pronto ha cantado la gallina.

Pedir moderación salarial solo servirá para aumentar los beneficios de los altos cargos de las grandes empresas.
¿O es que el Sr. Rubalcaba es tan ingenuo que cree que estos se recortaran sus beneficios para ayudar a salir de la crisis?

Si tanto interés tienen todos nuestros políticos en recortar gasto, bien podrían ser ellos los primeros en dar ejemplo.
Pero no, sus sueldos y privilegios que no se los toquen.
Y los de sus amigos los banqueros, tampoco.

¿Y porque no combaten de verdad la economía sumergida?, ¿que intereses manejan todos los gobiernos que ninguno hace frente a esto?

Durante años he sido no solo votante, sino también militante socialista, hasta que el Sr. Zapatero aprobó una reforma laboral injusta e inútil a todas luces.
Automáticamente rompí mi carné de afiliado.

No soy ningún ingenuo, y tengo claro que si un supuesto socialista es capaz de plantear medidas de este tipo, que nos cojan confesados con las que llegaran de la mano de un gobierno de derechas.

Mis ideales de izquierda no los van a cambiar ni la crisis, ni estos nefastos dirigentes que ahora sufrimos, pero al menos me reservare el derecho a no votar ni a unos ni a otros.

Unos ya han demostrado que no sirven, y los otros solo tienen afán de poder.
A la vista esta que no presentan una sola propuesta y se limitan a regocijarse de lo mal que va todo, sabiendo que eso a ellos les va bien.

Aunque, ahora que lo pienso, a los políticos siempre les va bien…

domingo, 7 de agosto de 2011

Crisálida


Sin vuelta atrás afronto el momento.

Por un instante creo ver la cara de mi padre reflejada en el espejo que lo vio morir. El mismo espejo donde cada mañana me alzaba para decirme entre risas que yo era el chico mas guapo del mundo, su machote, mientras peinaba mi rebelde flequillo. Después, sin tiempo para mas, me dejaba en los brazos de mi madre para que esta me llevara al cole mientras el marchaba a trabajar.

Ha pasado mucho tiempo ya desde entonces, de su muerte, de mi niñez, pero lo recuerdo como si solo una luna hubiera nacido y muerto hasta ahora.

Me hubiera gustado que hoy me esperara junto a mi madre, y contarle que no me gustaba ver aquellos interminables partidos de futbol junto a el, que me aburrían enormemente aquellas películas del oeste, que detestaba el disfraz de vaquero que me regalo… pero que cualquier cosa que me pidiera lo habría hecho sin rechistar.

No es que estas cosas se descubran de pronto, siempre aborrecí mi envoltorio, pero es cierto que aquella mañana, frente a aquel espejo, tuve la certeza de quien era sin ninguna duda.

El traje de mi madre era de seda, y aunque yo solo contaba diez años ya era casi tan alto como ella, encajando como un guante en mi piel, salvo por aquello, aquello que sobraba en mi cuerpo…

No tuve tiempo para contárselo… joder, solo era un niño asustado en un cuerpo equivocado y él se fue muy pronto.

Me hubiera gustado que hoy me esperara junto a mi madre y contarle que ha llegado el momento, que su machote lo querrá igualmente cuando acabe todo, cuando en mi cuerpo encajen trajes de seda sin que nada moleste, sin que nada me avergüence…

Mis ojos se vuelven pesados, y sonrio antes de quedarme dormido, cuando despierte no habrá rastro de Mario, solo quedara María.

Sin vuelta atrás afronto el momento.

sábado, 6 de agosto de 2011

Bueno, Y Qué...?

El cuerpo me pide gritar, lanzar palabras al viento que solo yo pueda oír, sin temer a falsos aduladores y mal pensados.

Sin que se mida todo lo que digo, sin que se busque el doble sentido donde solo hay uno, claro y conciso.

La vida es más sencilla de lo que crees, ¿Por qué te esfuerzas en complicarla?...

El cuerpo me pide decir ladrón al que roba, mentiroso al que miente y cobarde al que se esconde.

Pero la cabeza me dice que pare, que no vale la pena luchar con molinos de viento cual Quijote loco.

¿Loco?.... 

EL cuerpo me pide que rompa, que parta y reparta, que olvide lo correcto, lo asquerosamente correcto, lo políticamente correcto…

Pero la cabeza me dice que pare.

Desprecio a quien cree saberlo todo, a quien no ve mas allá de su ombligo, al que solo ve enemigos en sus vecinos…

Me importa un bledo si te gusto, o si no.

No te obligo a leerme y aun menos a juzgarme.

Quien me conoce bien sabe quién soy, lo que pienso, mis virtudes y defectos, mis muchos defectos…

No soy perfecto, pero tu tampoco, ¿y qué?...

No me vendo al fariseo, ni al hipócrita.

Odio al envidioso, al avaro y al usurero.

Mi credo... mi religión, tiene nombres de personas de carne y hueso, viven conmigo a diario, rio, lloro y peleo con ellos…

Pero no critico el tuyo, haz lo que te venga en gana con él, pero no vengas a joderme a mi casa…

Lo tienes muy sencillo, amigo “anónimo”, borra esta página de tus favoritos y no entres mas en ella, pero si lo haces no esperes leer lo que buscas, ni publicados tus insultos y amenazas…

jueves, 4 de agosto de 2011

Homo Animâlis

Solo de esta forma se puede llamar, porque evidentemente se han quedado en un estado anterior al Homo Sapiens, al animal o animales que han tiroteado a el lince hallado muerto el pasado lunes en un lindero entre dos fincas de mi pueblo, Aznalcázar.

Flaco favor hacen estos furtivos a aquellos que realizan de forma sensata la practica cinegética.

Y digo furtivos, porque no me pasa por la cabeza que entre los cazadores haya ningún descerebrado que haya podido hacerlo.
Los habrá mas o menos reacios a la figura del lince, pero saben perfectamente que este tipo de cosas no les viene nada bien.

Menos aun a la Sociedad de Cazadores de Aznalcázar, los cuales me consta están muy concienciados con este tema.

Ya es el segundo ejemplar en poco tiempo  y supone un varapalo importante para el Proyecto Life Lince.

Esperemos que no se repita.

Noticias relacionadas:

Diario Publico
Europa Press
RTVE



miércoles, 3 de agosto de 2011

Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2001. Hipocresia en estado puro.

Del 16 al 21 de Agosto se celebraran en Madrid las Jornadas mundiales de la Juventud con la visita del Papa  Benedicto XVI.

Hasta aquí nada que objetar.
La Iglesia, como cualquier otra organización, esta en su perfecto derecho de organizar tantos eventos como quiera.

El problema radica en que mientras los gobernantes de la Comunidad de Madrid apuestan por privatizar sectores tan importantes como Sanidad o Educación para reducir gastos (mas bien, para ganar dinero con ellos, no nos engañemos), no tienen ningún reparo en financiar con dinero publico una actividad religiosa (concretamente, cristiana) en un estado laico.
Aproximadamente 30 millones aportaran Ayuntamiento y Comunidad.

Peor aun me parece la actitud del Gobierno  (al que se le llena la boca de laicidad, acomete reformas laborales perjudicando claramente al trabajador, baja sueldos de funcionarios, congela pensiones, etc, etc) que aportara no menos de 25 millones de euros.

El resto, hasta los 100 millones (¿cuantas personas podrían comer en Somalia, Kenia, etc, con este dinero?) que se estima costara la "visita pastoral y privada", que no de estado, lo aportaran grandes empresas.


 Si la iglesia quiere seguir contando a sus jóvenes, entre otras cosas, que los homosexuales y lesbianas son enfermos que no merecen formar una familia,  que hay que morir sufriendo lo indecible para alcanzar el paraíso.... perfecto.... pueden seguir anclados en su costumbres atavicas.... pero al menos que no se paguen sus proclamas con los impuestos de quienes no comulgamos con ellos.

Es vergonzoso, y da asco.

Y lo dejo aqui, que me caliento y.........