La famélica sombra abandonó las sabanas de seda para
acercarse hasta la ventana de su habitación de hotel. Estiro su estilizado cuello
e inspiro profundamente en busca de una bocanada de aire fresco que llevar a sus
jóvenes pero nicotinados pulmones.
Estos, poco
acostumbrados, se quejaron con un acceso de tos que consiguió hacerle asomar
alguna lagrima a sus ojos color almendra, aunque rápidamente las enjuago con el
dorso de sus cuidadas manos, tiznando de rímel su cara.
Al fondo de la gran avenida, de otra gran ciudad más, pudo
ver como varias chicas jóvenes charlaban animadamente ajenas a todo lo que les
rodeaba.
Podían pasar perfectamente por las compañeras de la
universidad que abandono prematuramente.
Las mismas que suponía seguían estudiando, las mismas con
las que cada tarde bajaba hasta el parque para hablar sobre que chico le
gustaba a quien, sobre cuál de ellas había sido la primera en convertirse en
mujer, sobre lo complicado que era entender a unos padres tan antiguos y
estrictos.
Sonrió al recordar todo aquello, y mecánicamente tomo entre
sus dedos una porción de la cocaína que había conseguido el día anterior.
La esnifó antes de ir al baño para vomitar lo que acaba de
comer, tal como acostumbraba. Era parte de su rutina diaria. Nada nuevo, excepto
por el pequeño hilillo de sangre que corrió por su nariz hasta ser arrastrado
por el agua de la ducha que empezó a tomar.
Mientras recorría su cuerpo, aun pegajoso por el semen del
desconocido que dormía en su cama, noto que algunos de sus huesos empezaban a
ser demasiado evidentes. Los pechos, antes llenos, estaban ahora rodeados por
costillas que marcaban su escote. Su cintura era tremendamente afilada y casi
carente de carne. Aquello era perfecto, justo lo que le exigían.
Pero ya nada tenía que ver con aquella chica que atrajo la
atención de un cazatalentos mientras paseaba por las calles de Madrid.
Desde entonces todo había transcurrido demasiado rápido, como un huracán descontrolado que arrasa todo a su paso.
Solo sabía que casi a diario tomaba aviones y despertaba en
ciudades diferentes, que firmaba autógrafos a desconocidos, que atendía ruedas de prensa y desfilaba en
pasarelas junto a chicas que, como ella, no superaban la talla 36. Que sus
mejores amigas eran ahora las drogas y el dinero. Que estaba realmente sola.
Solo sabía que a sus 19 años se había convertido en una
marioneta cuyos hilos movían otros a su antojo, un juguete roto obligado a sonreír.
Dejo caer sobre la cornisa la toalla que cubría su cuerpo y,
con la cara lavada, sin maquillaje ni joyas, dio su último paso hacia la pasarela etérea que la esperaba.
Me ha encantado. Muy triste, pero desgraciadamente real. La fama, el dinero, sexo, drogas y finalmente la muerte prematura. Juguetes rotos, adolescencias robadas y al final para nada.
ResponderEliminarQué bueno que vuelvas a escribir!!
Besitos.
Gracias primilla. Es lo que tiene estar guardando reposo, mucho tiempo para pensar. Besos.
EliminarTambién celebro reencontrarle, aunque sea en este relato tan pesimista.
ResponderEliminarCreo que es cierto que tanto la anorexia/bulimia, como el suicidio, son poco aireados por la leyenda de su contagiosidad. No obstante, en sitios como este blog merece la pena leer lo que ha escrito. Enhorabuena.
Y si guarda reposo por achaques de salud, mis mejores deseos de restablecimiento.
(No me lo puedo callar: repase las tildes. Hace mal efecto sus ausencias. Sorry).
N. J.
Gracias N.J.
EliminarHago propuesta de enmienda respecto a las tildes, aunque reconozco que tengo la fea costumbre de no pararme a repasar lo que escribo, cosa que debería.
Saludos.