MALA ESTRELLA
Aunque algunos no lo quieran ver es un hecho contrastado, que
algunos nacen con una flor en el culo y otros como es mi caso tenemos por
flor un cardo.
Y digo esto convencido ante la tozudez de los acontecimientos que
han rodeado mi vida.
Todo comenzó en el mismo momento de mi nacimiento.
Aquel día las estrellas se alinearon en mi contra formando un puño
del cual solo sobresalía el dedo corazón, constelación también conocida por el
bonito nombre “Que te jodan”.
No acabaron ahí los indicios de lo que estaba por venir, ya que
pocos días después murió aplastada por un piano de cola la matrona que atendió
el parto, se declaro un incendio en la sala de incubadoras donde me
encontraba que obligo a desalojar el Hospital y una anciana que curioseaba
la labor de los bomberos resulto herida en la pata izquierda de su andador.
Todo esto, como comprenderéis, me lo relato mi padre Miguel años
más tarde desde la silla de ruedas. Silla de ruedas en la que se encontraba
postrado desde aquella vez que resbaló con los restos de un potito de frutas
que yo había derramado.
Mi madre por el contrario nunca me contó nada y es que durante el
parto sufrió una embolia que la mantenía en estado semivegetativo.
Con estos antecedentes no es de extrañar por tanto que con cuarenta
años recién cumplidos mi vida hubiera sido un cumulo de desgracias, un canto a
la fatalidad, una suma de desdichas encadenadas.
Aun recuerdo mi paso por primaria.
En el colegio donde estudie tenían la costumbre de sentarnos por
orden de apellidos, en mi caso Zurro Zurutuza, es decir, al fondo de la clase.
Aquello me obligo durante años a forzar la vista sobremanera para
ver lo que escribía el profesor en la pizarra y derivo sin remedio en una
miopía galopante que ya en tercero de primaria me hacia lucir unas horrorosas
gafas de pasta. No paso desapercibido aquel pequeño detalle por mis apreciados
compañeros los cuales me bautizaron rápidamente como “Zurrutato el Cegato”,
apodo que aun hoy me acompaña.
La secundaria no fue mejor y a las gafas se sumaron un profuso
acné juvenil y una incipiente pelusilla que coronaba mi labio superior y
acampaba en el inferior.
Esto, acompañado de un exceso de celo en el ejercicio de sus
funciones por parte de mis glándulas sudoríparas, hacían de mí, por llamarlo de
alguna forma, un espécimen inclasificable y poco deseable para mis
hormoexcitadas compañeras de clase.
Por suerte nunca me fallo mi amigo Onanismo, el cual mitigaba
considerablemente mis cada vez más habituales poluciones nocturnas.
Pero no ahondare mas en aquella parte de mi vida ni en lo que
vino después, pasare sin más preámbulos a narrar el extraño giro que mi vida ha
sufrido en los últimos días.
Porque cuando la mala estrella es el elemento primordial alrededor
del cual gira tu vida, puedes esperar cualquier cosa excepto que el azar te
sonría en forma de un escandaloso premio en metálico.
Concretamente, ciento cincuenta millones de euros que crecen desde
hace varias semanas en una cuenta abierta expresamente por mí ahora amigo
Botín a tal efecto.
Aunque si algo ha aumentado de forma exponencial desde entonces,
estos han sido mis escasos amigos reducidos durante años a solo uno, el citado
Onanismo. En unos pocos días se multiplicaron por cientos, nacidos milagrosamente
por generación espontanea, mitosis, esporulación, gemación, bipartición o
estolonización. Incluso por polinización sospecho.
Muchos, si, aunque hay que reconocerles su gran labor a la hora de
pelotearme, adularme, darme coba y lamerme el culo. Magníficos profesionales
todos sin duda. Incluidos los numerosos tíos, tías y primos hermanos que
desconocía tener hasta la fecha.
Igualmente ha ocurrido con la presencia del sexo femenino en mi
vida. Reducida hasta ahora a una relación sexoeroticaudiovisual muy mal vista
por la SGAE al ser su principal proveedor EMULE, disfruto en estos momentos sin
embargo de una nutrida corte siliconada a mi alrededor que nada tiene que
envidiar, salvando las distancias, a la que pueda tener mi admirado Hugh
Hefner, o lo que es lo mismo el propietario de la Mansión Playboy.
Las chicas son muy agradecidas, la verdad, pero si alguien está
realmente agradecida con este nuevo aspecto de mi vida desconocido hasta ahora
excepto por algún sábado noche, muy pocos, con whiskys a quince euros y
champan a treinta, esa es sin duda mi mano derecha, la cual ha mejorado
ostensiblemente de su tendinitis crónica.
Parecía ir todo bien… amigos, mujeres, dinero…. hasta que recibí
una llamada no esperada de un número oculto.
- ¿El Sr. Zurutuza?
- Si -conteste- Zurro Zurutuza, yo mismo.
- Sr. Zurutuza, escuche atentamente lo que voy a decirle, no lo
repetiré dos veces. Sabemos donde vive, sabemos donde viven sus padres, también
sabemos la matricula de todos sus coches, sus motos, sus barcos, sus patinetes
eléctricos y hasta sabemos la marca de los bóxers que usa, así que no me
interrumpa y sobre todo no olvide nada de lo que le voy a decir.
El tono de mi interlocutor no era precisamente amigable, por lo
que aunque mi primer impulso fue tomarle a broma y despacharlo con algún
chascarrillo, finalmente preferí permanecer a la escucha para comprobar hasta
qué punto aquello era algo serio y no fruto de algún estúpido bromista.
- ¿Me ha entendido bien, Sr. Zurutuza?
- Claro, claro, soy todo oídos –respondí con algo de sorna-
- Estupendo, muy inteligente por su parte. Iré al grano, sin rodeos.
Queremos cinco millones de euros, ni un céntimo más, ni un céntimo menos y los
queremos ya. Le haremos llegar una cuenta bancaria, no se preocupe como pero
le llegara y en cuarenta y ocho horas queremos ver el dinero en la misma. De
lo contrario mataremos y secuestraremos a sus padres. ¿O es al contrario?
Bueno, es igual, ¿ha entendido lo que le digo?
Aquella amenaza no sonaba nada bien, pero tampoco podía dar
crédito a alguien que se atrevía a pedirme cinco millones de euros mediante una
llamada a mi móvil.
- Perfectamente, pero siento decirle que está perdiendo el tiempo.
No pediré nada de lo que haga. ¿O era al revés? Bueno, es igual, que pase usted
un buen día Sr. Anónimo.
Y sin darle tiempo a nada más, colgué.
Pasaron un par de días tras esto y cuando prácticamente lo había
olvidado, una nueva llamada interrumpió el baño que junto a dos rubias
despampanantes me daba en el jacuzzi de mi magnifica mansión.
- Un momento chicas. Continuad sin mí. O mejor, empezad sin mí que
ahora vuelvo, jejeje – les dije mientras las miraba con ojos inyectados en
lujuria-.
Molesto por la interrupción conteste de mala gana.
- ¿Quién cojones es?
- Sr. Zurutuza, ya le advertí lo que ocurriría si se negaba a
nuestras peticiones.
- Mire, ya me está cansando con sus gilipolleces, no vuelva a llamar
o avisare a la policía.
- ¿Gilipolleces? ¿Le parece una gilipollez que tengamos en estos
momentos a sus padres secuestrados?
- No creo nada de lo que me dice, no pierda mas su tiempo y no me lo
haga perder a mí.
- Pues si no me cree, no le importara que le partamos las piernas a
su padre. Escuche por favor. – Ayyy, ayyy, ayyyy, ahhhh, ahhhh -. ¿Quiere que
continuemos con su madre?, preste atención. – Aaaaaahhh, Ayyyyy- . ¿Sigue
creyendo que mentimos?, ¿o es que no le importan sus padres?
- Maldito capullo, mi padre es inválido y le pasa como a Rambo, que
no siente las piernas. Por otra parte, mi madre no habla desde mi nacimiento,
es como una lechuga con patas. Además a ambos los metí en un asilo en cuanto
cobre el premio. ¿Me oye, imbécil?
Pipipipipipipipipi…. Como era de esperar aquel intento de
estafador corto la comunicación.
Era evidente que mi nueva posición económica aconsejaba aumentar
mi seguridad. Lo que había ocurrido era obra de algún pobre desgraciado, pero
no adivinaba entonces que lo realmente serio estaba por llegar.
Algo comprensible por otra parte considerando que me había convertido
en lo que en mi pueblo llaman un “pobre harto de pan”.
Esto es; un gilipollas integral.
Olvidando los malos ratos vividos cuando nadie me llamaba “Don”, encontré
una particular satisfacción en joder la vida de todos los que me rodeaban.
Principalmente de aquellos que trabajaban para mí.
A mi chófer Benito Camela le obligaba a pasear mi chihuahua en
el Ferrari a altísimas horas de la madrugada y vestido con un uniforme, tan
ridículo y denigrante que daba vergüenza ajena.
A las limpiadoras, Dolores Fuertes y Lola Mento, les pisoteaba el
suelo recién limpio además de mearme fuera de la taza diariamente.
A mi cocinera, Paca Garla, le cambiaba el azúcar por la sal y el
aceite por el vinagre, obligándola además a limpiar a diario la vajilla de
plata que nunca usaba.
Y a todos, sin excepción, los trataba con la punta del pie
llegando incluso a hacerlos llorar.
No es de extrañar por tanto, que aquella mañana despertara atado
de pies y manos a mi inmensa cama de agua y rodeado de todos mis empleados
Supongo, por el fuerte dolor de cabeza que tenia, que la noche
anterior debieron drogarme durante la cena para poder hacerlo mientras dormía.
El escenario no presagio nada bueno. El que parecía el cabecilla
de aquel motín, mi chófer Benito Camela, llevaba en sus mano derecha una barra
de hierro con la que no dejaba de darse golpecitos amenazadores en la
izquierda. Las limpiadoras, a su lado, portaban sendas botellas de lejía. Paca
Garla, la cocinera, blandía un gran cuchillo carnicero.
-
¡Pero
qué cojones estáis haciendo!, - les grite -.
Sin darme tiempo a decir nada mas Benito introdujo un pañuelo en mi
boca tapándomela con cinta adhesiva.
-
Bien,
desgraciado, - me dijo - , ahora nos va a escuchar muy atentamente.
Y tanto, estaba aterrado y no podía emitir sonido alguno, como
para no
hacerlo.
-
En
los últimos meses – continuó - no ha
parado de hacernos la vida imposible a todos, pero eso se acabo. “Zurrutato el
Cegato”, o sea usted, saco de mierda, no volverá a joder a nadie.
Lo último que
recuerdo de aquel día es como levantaba la barra de hierro sobre mi cabeza,
como bajaba, y…. y nada más.
Ahora paso el
tiempo junto a mis padres.
A mi derecha,
mi progenitor. No puede andar pero la boca le funciona perfectamente y se
pasa las horas insultándome y echándome en cara haberlo metido en esta
residencia para quitármelo de en medio.
A la
izquierda, mi madre. Ella no puede hablar pero mantiene fija en mí todo el día
una mirada que hiela la sangre.
En el centro
sin poder moverme de cuello para abajo, ni hablar, estoy yo. Supongo que mi
dinero ayudara a mantenerme con vida y atado a esta maldita cama, muchos años.
Hasta en eso me acompañara mi mala estrella siempre.
Y es que como dije al principio, es un hecho contrastado que
algunos nacen con una flor en el culo y otros como es mi caso tenemos por
flor un cardo.