martes, 25 de septiembre de 2012

Mala estrella

Este es un relato que sin saber como perdí en el blog, y posteriormente no encontraba la copia en mi ordenador. Hoy he podido recuperarlo con la ayuda de un amigo informático. Lo publico por tanto de nuevo.

MALA ESTRELLA


Aunque algunos no lo quieran ver es un hecho contrastado, que algunos nacen con una flor en el culo y otros como es mi caso tenemos por flor un cardo.

Y digo esto convencido ante la tozudez de los acontecimientos que han rodeado mi vida.

Todo comenzó en el  mismo momento de mi nacimiento.

Aquel día las estrellas se alinearon en mi contra formando un puño del cual solo sobresalía el dedo corazón, constelación también conocida por el bonito nombre “Que te jodan”.

No acabaron ahí los indicios de lo que estaba por venir, ya que pocos días después murió aplastada por un piano de cola la matrona que atendió el parto, se declaro un incendio en la sala de incubadoras donde me encontraba  que obligo a desalojar el Hospital y una anciana que curioseaba la labor de los bomberos resulto herida en la pata izquierda de su andador.

Todo esto, como comprenderéis, me lo relato mi padre Miguel años más tarde desde la silla de ruedas. Silla de ruedas en la que se encontraba postrado desde aquella vez que resbaló con los restos de un potito de frutas que yo había derramado.

Mi madre por el contrario nunca me contó nada y es que durante el parto sufrió una embolia que la mantenía en estado semivegetativo.

Con estos antecedentes no es de extrañar por tanto que con cuarenta años recién cumplidos mi vida hubiera sido un cumulo de desgracias, un canto a la fatalidad, una suma de desdichas encadenadas.

Aun recuerdo mi paso por primaria.

En el colegio donde estudie tenían la costumbre de sentarnos por orden de apellidos, en mi caso Zurro Zurutuza, es decir, al fondo de la clase.

Aquello me obligo durante años a forzar la vista sobremanera para ver lo que escribía el profesor en la pizarra y derivo sin remedio en una miopía galopante que ya en tercero de primaria me hacia lucir unas horrorosas gafas de pasta. No paso desapercibido aquel pequeño detalle por mis apreciados compañeros los cuales me bautizaron rápidamente como “Zurrutato el Cegato”, apodo que aun hoy me acompaña.

La secundaria no fue mejor y a las gafas se sumaron un profuso acné juvenil y una incipiente pelusilla que coronaba mi labio superior y acampaba en el inferior.

Esto, acompañado de un exceso de celo en el ejercicio de sus funciones por parte de mis glándulas sudoríparas, hacían de mí, por llamarlo de alguna forma, un espécimen inclasificable y poco deseable para mis hormoexcitadas compañeras de clase. 

Por suerte nunca me fallo mi amigo Onanismo, el cual mitigaba considerablemente mis cada vez más habituales poluciones nocturnas.

Pero no ahondare mas en aquella parte de mi vida ni en lo que vino después, pasare sin más preámbulos a narrar el extraño giro que mi vida ha sufrido en los últimos días.

Porque cuando la mala estrella es el elemento primordial alrededor del cual gira tu vida, puedes esperar cualquier cosa excepto que el azar te sonría en forma de un escandaloso premio en metálico.

Concretamente, ciento cincuenta millones de euros que crecen desde hace varias semanas en una cuenta abierta expresamente por mí ahora amigo Botín a tal efecto. 

Aunque si algo ha aumentado de forma exponencial desde entonces, estos han sido mis escasos amigos reducidos durante años a solo uno, el citado Onanismo. En unos pocos días se multiplicaron por cientos, nacidos milagrosamente por generación espontanea, mitosis, esporulación, gemación, bipartición o estolonización. Incluso por polinización sospecho.

Muchos, si, aunque hay que reconocerles su gran labor a la hora de pelotearme, adularme, darme coba y lamerme el culo. Magníficos profesionales todos sin duda. Incluidos los numerosos tíos, tías y primos hermanos que desconocía tener hasta la fecha.

Igualmente ha ocurrido con la presencia del sexo femenino en mi vida. Reducida hasta ahora a una relación sexoeroticaudiovisual muy mal vista por la SGAE al ser su principal proveedor EMULE, disfruto en estos momentos sin embargo de una nutrida corte siliconada a mi alrededor que nada tiene que envidiar, salvando las distancias, a la que pueda tener mi admirado Hugh Hefner, o lo que es lo mismo el propietario de la Mansión Playboy.

Las chicas son muy agradecidas, la verdad, pero si alguien está realmente agradecida con este nuevo aspecto de mi vida desconocido hasta ahora excepto por algún sábado noche, muy pocos, con whiskys a quince euros y champan a treinta, esa es sin duda mi mano derecha, la cual ha mejorado ostensiblemente de su tendinitis crónica.

Parecía ir todo bien… amigos, mujeres, dinero…. hasta que recibí una llamada no esperada de un número oculto.

-          ¿El Sr. Zurutuza?

-          Si  -conteste- Zurro Zurutuza, yo mismo.

-          Sr. Zurutuza, escuche atentamente lo que voy a decirle, no lo repetiré dos veces. Sabemos donde vive, sabemos donde viven sus padres, también sabemos la matricula de todos sus coches, sus motos, sus barcos, sus patinetes eléctricos y hasta sabemos la marca de los bóxers que usa, así que no me interrumpa y sobre todo no olvide nada de lo que le voy a decir.

El tono de mi interlocutor no era precisamente amigable, por lo que aunque mi primer impulso fue tomarle a broma y despacharlo con algún chascarrillo, finalmente preferí permanecer a la escucha para comprobar hasta qué punto aquello era algo serio y no fruto de algún estúpido bromista.

-          ¿Me ha entendido bien, Sr. Zurutuza?

-          Claro, claro, soy todo oídos –respondí con algo de sorna-

-          Estupendo, muy inteligente por su parte. Iré al grano, sin rodeos. Queremos cinco millones de euros, ni un céntimo más, ni un céntimo menos y los queremos ya. Le haremos llegar una cuenta bancaria, no se preocupe como pero le llegara y en cuarenta y ocho horas queremos ver el dinero en la misma. De lo contrario mataremos y secuestraremos a sus padres. ¿O es al contrario? Bueno, es igual, ¿ha entendido lo que le digo?

Aquella amenaza no sonaba nada bien, pero tampoco podía dar crédito a alguien que se atrevía a pedirme cinco millones de euros mediante una llamada a mi móvil.

-          Perfectamente, pero siento decirle que está perdiendo el tiempo. No pediré nada de lo que haga. ¿O era al revés? Bueno, es igual, que pase usted un buen día Sr. Anónimo.

Y sin darle tiempo a nada más, colgué.

Pasaron un par de días tras esto y cuando prácticamente lo había olvidado, una nueva llamada interrumpió el baño que junto a dos rubias despampanantes me daba en el jacuzzi de mi magnifica mansión.

-          Un momento chicas. Continuad sin mí. O mejor, empezad sin mí que ahora vuelvo, jejeje – les dije mientras las miraba con ojos inyectados en lujuria-. 

Molesto por la interrupción conteste de mala gana.

-          ¿Quién cojones es?

-          Sr. Zurutuza, ya le advertí lo que ocurriría si se negaba a nuestras peticiones.

-          Mire, ya me está cansando con sus gilipolleces, no vuelva a llamar o avisare a la policía.

-          ¿Gilipolleces? ¿Le parece una gilipollez que tengamos en estos momentos a sus padres secuestrados?

-          No creo nada de lo que me dice, no pierda mas su tiempo y no me lo haga perder a mí.

-          Pues si no me cree, no le importara que le partamos las piernas a su padre. Escuche por favor. – Ayyy, ayyy, ayyyy, ahhhh, ahhhh -. ¿Quiere que continuemos con su madre?, preste atención. – Aaaaaahhh, Ayyyyy- .  ¿Sigue creyendo que mentimos?, ¿o es que no le importan sus padres?

-          Maldito capullo, mi padre es inválido y le pasa como a Rambo, que no siente las piernas. Por otra parte, mi madre no habla desde mi nacimiento, es como una lechuga con patas. Además a ambos los metí en un asilo en cuanto cobre el premio. ¿Me oye, imbécil?

Pipipipipipipipipi…. Como era de esperar aquel intento de estafador corto la comunicación.

Era evidente que mi nueva posición económica aconsejaba aumentar mi seguridad. Lo que había ocurrido era obra de algún pobre desgraciado, pero no adivinaba entonces que lo realmente serio estaba por llegar.

Algo comprensible por otra parte considerando que me había convertido en lo que en mi pueblo llaman un “pobre harto de pan”.

Esto es; un gilipollas integral.

Olvidando los malos ratos vividos cuando nadie me llamaba “Don”, encontré una particular satisfacción en joder la vida de todos los que me rodeaban.

Principalmente de aquellos que trabajaban para mí.

A mi chófer  Benito Camela le obligaba a pasear mi chihuahua en el Ferrari a altísimas horas de la madrugada y vestido con un uniforme, tan ridículo y denigrante que daba vergüenza ajena.

A las limpiadoras, Dolores Fuertes y Lola Mento, les pisoteaba el suelo recién limpio además de mearme fuera de la taza diariamente.

A mi cocinera, Paca Garla, le cambiaba el azúcar por la sal y el aceite por el vinagre, obligándola además a limpiar a diario la vajilla de plata que nunca usaba.

Y a todos, sin excepción, los trataba con la punta del pie llegando incluso a hacerlos llorar.

No es de extrañar por tanto, que aquella mañana despertara atado de pies y manos a mi inmensa cama de agua y rodeado de todos mis empleados

Supongo, por el fuerte dolor de cabeza que tenia, que la noche anterior debieron drogarme durante la cena para poder hacerlo mientras dormía.

El escenario no presagio nada bueno. El que parecía el cabecilla de aquel motín, mi chófer  Benito Camela, llevaba en sus mano derecha una barra de hierro con la que no dejaba de darse golpecitos amenazadores en la izquierda. Las limpiadoras, a su lado, portaban sendas botellas de lejía. Paca Garla, la cocinera, blandía un gran cuchillo carnicero.

-         ¡Pero qué cojones estáis haciendo!, - les grite -.

Sin darme tiempo a decir nada mas Benito introdujo un pañuelo en mi boca tapándomela con cinta adhesiva.

-         Bien, desgraciado, - me dijo - , ahora nos va a escuchar muy atentamente.

Y tanto, estaba aterrado y no podía emitir sonido alguno, como para no
hacerlo.

-         En los últimos meses – continuó -  no ha parado de hacernos la vida imposible a todos, pero eso se acabo. “Zurrutato el Cegato”, o sea usted, saco de mierda, no volverá a joder a nadie.

Lo último que recuerdo de aquel día es como levantaba la barra de hierro sobre mi cabeza, como bajaba, y…. y nada más.

Ahora paso el tiempo junto a mis padres.

A mi derecha, mi progenitor. No puede andar pero la boca le funciona perfectamente y se pasa las horas insultándome y echándome en cara haberlo metido en esta residencia para quitármelo de en medio.

A la izquierda, mi madre. Ella no puede hablar pero mantiene fija en mí todo el día una mirada que hiela la sangre.

En el centro sin poder moverme de cuello para abajo, ni hablar, estoy yo. Supongo que mi dinero ayudara a mantenerme con vida y atado a esta maldita cama, muchos años. Hasta en eso me acompañara mi mala estrella siempre.

Y es que como dije al principio, es un hecho contrastado que algunos nacen con una flor en el culo y otros como es mi caso tenemos por flor un cardo.



viernes, 14 de septiembre de 2012

Juguetes rotos


La famélica sombra abandonó las sabanas de seda para acercarse hasta la ventana de su habitación de hotel. Estiro su estilizado cuello e inspiro profundamente en busca de una bocanada de aire fresco que llevar a sus jóvenes pero nicotinados pulmones.

Estos, poco acostumbrados, se quejaron con un acceso de tos que consiguió hacerle asomar alguna lagrima a sus ojos color almendra, aunque rápidamente las enjuago con el dorso de sus cuidadas manos, tiznando de rímel su cara.

Al fondo de la gran avenida, de otra gran ciudad más, pudo ver como varias chicas jóvenes charlaban animadamente ajenas a todo lo que les rodeaba.

Podían pasar perfectamente por las compañeras de la universidad que abandono prematuramente.

Las mismas que suponía seguían estudiando, las mismas con las que cada tarde bajaba hasta el parque para hablar sobre que chico le gustaba a quien, sobre cuál de ellas había sido la primera en convertirse en mujer, sobre lo complicado que era entender a unos padres tan antiguos y estrictos.

Sonrió al recordar todo aquello, y mecánicamente tomo entre sus dedos una porción de la cocaína que había conseguido el día anterior.

La esnifó antes de ir al baño para vomitar lo que acaba de comer, tal como acostumbraba. Era parte de su rutina diaria. Nada nuevo, excepto por el pequeño hilillo de sangre que corrió por su nariz hasta ser arrastrado por el agua de la ducha que empezó a tomar.

Mientras recorría su cuerpo, aun pegajoso por el semen del desconocido que dormía en su cama, noto que algunos de sus huesos empezaban a ser demasiado evidentes. Los pechos, antes llenos, estaban ahora rodeados por costillas que marcaban su escote. Su cintura era tremendamente afilada y casi carente de carne. Aquello era perfecto, justo lo que le exigían.

Pero ya nada tenía que ver con aquella chica que atrajo la atención de un cazatalentos mientras paseaba por las calles de Madrid.

Desde entonces todo había transcurrido demasiado rápido, como un huracán descontrolado que arrasa todo a su paso.

Solo sabía que casi a diario tomaba aviones y despertaba en ciudades diferentes, que firmaba autógrafos a desconocidos,  que atendía ruedas de prensa y desfilaba en pasarelas junto a chicas que, como ella, no superaban la talla 36. Que sus mejores amigas eran ahora las drogas y el dinero. Que estaba realmente sola.

Solo sabía que a sus 19 años se había convertido en una marioneta cuyos hilos movían otros a su antojo, un juguete roto obligado a sonreír.

Dejo caer sobre la cornisa la toalla que cubría su cuerpo y, con la cara lavada, sin maquillaje ni joyas, dio su último paso hacia la pasarela etérea que la esperaba.